Capítulo 2: Insaciable.

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-Alec está aquí-anunció Eleanor, entrando en tromba en el baño y cerrando la puerta tras ella. Dejé escapar un pequeño alarido por la impresión (a pesar de que la casa estaba llena de gente, yo estaba acostumbrada a no cerrar la puerta del baño), y me volví hacia ella, sin registrar la información.

-¿Qué?

-Que Alec ha venido.

-¿Cómo que Alec ha venido?

-Pues sí. Ha venido. Está abajo, en el salón-explicó, sacando una toalla de un cajón y estirándola frente a ella.

-Pero, ¿qué Alec? ¿Alec, Alec?

-Sí. Alec, Alec. El hermano de Mimi. El amigo de nuestros hermanos. Tu Alec. Está aquí. Así que más vale que te des prisa...-comenzó, pero yo no la escuché. Me abalancé hacia ella, que se interponía entre la puerta y yo. En mi cabeza reverberaba su frase. Alec está aquí. Ha venido Alec. Alec está abajo.

Seguro que había venido a cualquier cosa que no fuera verme. Puede que estuviera aburrido y hubiera decidido venir antes de las campanadas españolas para reírse de cómo Tommy se metía las uvas a puñados para conseguir arañarle un poco de suerte al reloj de la Puerta del Sol. Puede que los chicos le hubieran dicho que se habían pasado toda la tarde cocinando y hubiera venido para no perder la oportunidad de probar todo aquello que Tommy y Scott habían preparado.

Puede que Mimi le hubiera encargado un recado de última hora y hubiera venido a regañadientes, sin acordarse siquiera de que los Malik pasábamos la Nochevieja en casa de los Tomlinson.

Eso es lo que pensaría una persona normal a la que Alec no le importara mucho, pero a mí Alec me importaba mucho, demasiado, incluso. Y no podía quitarme de la cabeza la idea de que había venido para verme, porque no soportaba esperar más, porque quería empezar ya nuestra primera noche juntos. Juntos de verdad.

No iba a ser yo quien se interpusiera entre nuestra noche y nosotros. Por eso corrí hacia la puerta: porque si él había venido para verme, yo iría a verle a él también. Tenía las mismas ganas de verlo que él tendría de verme a mí, tenía las mismas ganas de pasar la noche con él que él tendría de pasarlas conmigo; contaba los minutos que nos separaban, desesperándome por lo despacio que parecían pasar, de la misma forma en que los contaba y se desesperaba él.

-Pero, ¿adónde vas, so loca?-inquirió Eleanor, agarrándome por los hombros húmedos e impidiendo que saliera en tromba del baño para verlo.

-Eh... ¿a verlo?-inquirí con cautela, aunque yo sabía por cómo me miraba ella que había estado a punto de meter la pata. Eleanor frunció el ceño y se separó de mí.

-Y dime, Saab, ¿piensas bajar así?

Miré mi indumentaria, de la que no había sido consciente hasta entonces. Iba enrollada en mi toalla y con el pelo recogido en un turbante-toalla que había comprado con muy buen criterio en una droguería del centro. Envolver mi melena en una toalla normal y corriente que no estaba pensada para convertirme en una especie de reina árabe era una tarea imposible.

Levanté de nuevo la vista, aterrorizada por la tragedia que habíamos evitado de milagro, y Eleanor alzó una ceja y asintió. Se puso los brazos en jarras.

-Tengo que vestirme.

-Efectivamente.

Me acerqué al pequeño banco de baño que había pegado a una pared, donde mi ropa descansaba, esperando pacientemente a que me la pusiera. Me había llevado mi mejor sudadera heredada de Scott, la roja con la cara de Deadpool; unos leggings gruesos y calcetines gorditos con los que los dedos de mis pies no se enterarían de que estábamos cambiando de año. Eleanor carraspeó.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora