Capítulo 51: Un mar que nunca dejar de surfear.

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Me quedé mirando un momento la fortaleza inexpugnable del feminismo, aún dentro del coche, mientras Sherezade atravesaba la acera en dirección a las escaleras y Tommy y Scott salían a duras penas del vehículo. Nunca pensé que me tocaría ir al despacho de Sher, y sin embargo, allí estábamos. Se había trasladado poco después de ser madre con un par de socias suyas a ese edificio de amplios ventanales, traslúcidos en el piso inferior y transparentes en los superiores, y muros de un marrón grisáceo que acusaba la contaminación. Habíamos aparcado frente a un vado permanente que daba a una rampa, supongo que la puerta del garaje que las mujeres usaban cuando llovía a cántaros y no querían mojarse sus bolsos de diseño o los papeles de los casos que estuvieran llevando en ese momento.

Me bajé lentamente y miré a Tommy y Scott, que parecían igual de impresionados que yo, a pesar de que ambos habían estado en su infancia en aquel edificio, cuando Sher tenía algún caso importante y no tenía a nadie con quién dejarlos. Scott incluso había estado hacía un par de semanas, recién expulsado, pero una cosa era que fuera él solo, en su condición de hijo de una de las dueñas, y otra muy diferente era que nosotros le acompañáramos.

-No os he traído para que os quedéis mirando el edificio como gárgolas-instó Sherezade, metiendo las llaves en la cerradura del portal del edificio y haciéndolas girar. No esperó a que la alcanzáramos a pesar de que nos apresuramos para llegar a su lado: apenas entró en el edificio, empezó a quitarse el abrigo sin soltar su bolso con una maestría que me maravilló. Me la imaginé entrando como una apisonadora a los juzgados, repitiendo la operación, y dejando asombrados a todos sus oponentes.

-¡Tinashe! ¡Abby!-gritó por encima del jolgorio de tacones yendo de acá para allá, tazas tintineando sobre escritorios y fotocopiadoras trabajando a destajo-. ¿Alguna está con un caso?

Una de sus socias, de piel pálida y tan pelirroja que sólo podía ser teñida, se asomó a la puerta de cristal de uno de los tres cubículos más grandes del espacio, al fondo. En la puerta se leía, en letras plateadas, ABBY WHEELAN, SOCIA FUNDADORA.

-El divorcio de la señora Poulston. Tengo a la querida por la línea 3.

Sher puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza mientras otra mujer, de piel negra como el carbón que contrastaba con su traje color vino, se asomaba a su puerta. TINASHE DAMONT. SOCIA FUNDADORA.

-¿Necesitas ayuda?-preguntó, y Sher se detuvo frente a la puerta de su despacho. Nos miró a Tommy, Scott y a mí como si fuéramos la prueba principal de su caso más mediático. Observé cómo su busto quedaba justo en el centro de su nombre en la puerta de cristal. SHEREZADE MALIK. SOCIA FUNDADORA-. Vale-admitió la tal Tinashe, asintiendo con la cabeza-. que la necesitas.

-¿Cuántas becarias necesitáis?-preguntó Sher, mirando a sus socias. Tinashe agitó la mano, pero Abby chasqueó la lengua y levantó dos dedos.

-Con un par de ellas tengo suficientes. Lauren y Ashley están trabajando en ello ahora mismo; puedes quedarte con el resto.

-Genial-asintió Sher. Dio una palmada y echó a andar por el pasillo, recorriendo el despacho para atraer la atención de todas las mujeres allí presentes-. ¡De acuerdo, chicas! ¡Os quiero a todas en la sala de reuniones inmediatamente! ¡No estamos para perder el tiempo!

Dicho lo cual, subió en compañía de su socia libre por unas escaleras en las que yo no había reparado hasta entonces, reclamando al resto de becarias y trabajadoras que quedaban por los pisos superiores. Una riada de chicas siguió a la reclamación de Sher, todo faldas, tacones, piernas larguísimas y blusas que hacían escotes impresionantes. Me costó no ahogarme en mis propias babas mientras chicas que parecían salidas de los catálogos de lencería publicados por Rihanna pasaban delante de nosotros, mirándonos de arriba abajo como si fuéramos la comida más deliciosa y prohibida sobre la que sus ojos se hubieran posado nunca. Me pregunté cuántas tendrían novio y cuántas estarían considerarlo ponerles los cuernos con nosotros.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora