Capítulo 57: Nerón.

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Probablemente el próximo capítulo salga el lunes en vez del domingo, puesto que el lunes tengo un examen que me apetece preparar, aunque sea sólo un poco ☺ Dicho lo cual, ¡que disfrutes de este capítulo como celebración del cumple de Alec!

Me había costado Dios y ayuda que Scott me prestara su chupa de cuero favorita, pero cuando me fui de su habitación con un encogimiento de hombros y un sutil "bueno, no pasa nada, seguro que Alec también tiene", le había faltado tiempo para entregármela farfullando sobre lo mucho que había llorado con respecto a que no quería que Alec le sustituyera y la alegría con que lo estaba haciendo ahora.

No había podido evitar reírme y plantarle un beso que, por suerte para mi hermano, todavía no dejaba huella al no haberme echado aún el gloss que tanto me gustaba, pensando en lo mucho que iba a echarlo de menos cuando se marchara. Al día siguiente de que mamá consiguiera revocar su expulsión, sus amigos lo habían acompañado al instituto, habían entrado en piña, una manada de lobos que examina desde las montañas los rebaños de ovejas de los valles, y se lo habían llevado derechos al pasillo de Eleanor, donde ella, sin tener ni idea, estaba charlando con Mimi cuando gritaron su nombre desde la parte alta de las escaleras por las que se descendía al pasillo de los alumnos de su curso. Scott y ella habían hecho oficial su relación dándose un apasionado beso delante de todo el curso de Eleanor, mientras Mimi se retiraba a un discreto segundo plano y Tommy disfrutaba viendo lo felices que se hacían el uno al otros y lo equivocado que había estado intentando separarlos.

Aproximadamente en el mismo momento en que esto sucedía, una notificación de un correo electrónico nuevo aparecía en la pantalla del móvil de mi hermano. La remitente era Lauren Parrish, una de las organizadoras del concurso al que él, Tommy, Diana, Layla y Chad habían mandado una audición que Scott no había querido enseñarme, diciendo que habían pasado la fase de preselección y dándoles información sobre el primer cásting presencial que tendrían que hacer.

El tiempo que pasé pensando que Scott iba a quedarse en casa después de que lo readmitieran en el instituto fue el mejor de mi vida: literalmente, todo encajaba. Mi familia seguía unida y no había visos de que eso fuera cambiar en un futuro inmediato (porque para mí, finales de junio o principios de agosto no era un futuro inmediato), mi grupo de amigas estaba más unido que nunca y tenía un chico que bebía los vientos por mí, que me hacía sentir protegida, querida y, sobre todo, correspondida, como no me lo había sentido nunca. Nada podía salirme mal.

Cuando Scott nos anunció que pretendían seguir adelante con el grupo, creí que todo mi mundo se desmoronaba, pero conseguí recomponerme diciéndome que, si ya me había hecho a la idea antes, bien podía sobrevivir a una nueva desilusión. Ya sabía lo que era valorar los momentos con mi hermano como si fueran los últimos, y ahora que había vuelto a darlo por sentado en mi vida, esos momentos tenían incluso más importancia para mí. Además, estaba la sutil diferencia de que Scott no se marchaba porque no tuviera otra alternativa: lo hacía porque quería. No necesitaba escapar de una falta de futuro, sino que simplemente iba a probar una alternativa que se le había presentado y que puede que le hiciera tan feliz como sus planes originales de ir a una buena universidad, estudiar una ingeniería complicadísima, hacer prácticas en algún centro espacial y, con suerte, ir ascendiendo poco a poco hasta finalmente conseguir convertirse en astronauta.

A fin de cuentas, podía experimentar la misma sensación de ingravidez estando en el espacio que subido a un escenario. Y siempre me quedaría el orgullo de verlo en televisión, subiendo puestos con los demás en la clasificación del programa, avanzando gala tras gala hasta llegar a la final, donde se coronaría vencedor (no tenía ninguna duda de que se las apañaría para pasar por encima de Eleanor, porque por mucho que Eleanor fuera Eleanor, Scott es Scott y nadie puede competir contra eso), y pensar en la suerte que tenía de ser su hermana un poco antes de lo que planeaba. Scott siempre me hacía sentir orgullosa, pero mi orgullo era el propio de una hermana pequeña que ve a su hermano incapaz de meter la pata, así que no tenía mérito que me sintiera así respecto a él, ni tampoco mucha ciencia que lo exteriorizara; sin embargo, cuando Scott empezara a tener éxito y yo pudiera verlo triunfar, no pararían de llegarme preguntas a mis redes sociales sobre si me sentía orgullosa de él, y yo podría explayarme explicando que siempre había sabido que le esperaban cosas grandes.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora