Capítulo 7: Invasores.

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Mamá sólo me miró cuando dejé el platito con el bizcocho a su lado, sobre la mesa de cristal del comedor, pero me dedicó una sonrisa de agradecimiento que también tenía un poco de disculpa por el poco caso que me había hecho cuando entré en la habitación.

Después de quedarme toda la mañana en casa, viendo realities con Shasha y jugando con Duna a conquistar el mundo, me había tirado en la cama nada más comer y me había dedicado a contemplar el techo. Cada actividad que se me ocurría para distraerme era desechado por insulso; tenía una cosa muy concreta en mente y estaba claro que ninguna excusa serviría para distraerme.

Quería ver a Alec. Incluso cuando bajé a darle unos golpes a mi saco de boxeo, ése que colgaba del techo en una de las habitaciones que daba al jardín, donde mamá tenía su esterilla de hacer yoga, no fui capaz de sacármelo de la cabeza, a pesar de que hacer kick siempre me la despejaba. No podía dejar de pensar en él: se me había pasado la resaca y lo único que me apetecía era celebrarlo por todo lo alto con mi chico preferido en el mundo.

Además, estaba el hecho de que teníamos que hablar sobre lo que había sucedido en Nochevieja, y la posterior visita de Bey a su cama. Cuando llegué a casa después de que Scott me obligara a ir a la de Alec para disculparme por mi comportamiento, le envié un mensaje diciéndole que estaba disponible para hablar de lo que había pasado cuando él quisiera; que no había prisa, pero que esperaba su respuesta.

Él me abrió conversación después de que yo me echara una siesta reparadora que me dejó la cabeza un poco mejor, justo mientras estaba con Shasha mirando ropa por Internet.

Ya estoy.

Dime que no estás enfadada, por favor. Puedo explicártelo.

¿Puedo mandarte un audio?

Sonreí, mirando la pantalla, y me salí de la cama de mi hermana, que no protestó. Me dirigí a mi habitación mientras tecleaba en la pantalla de mi teléfono.

Mejor te llamo y hablamos

Toqué su foto y le di al icono del teléfono; Alec no tardó ni un toque en responder.

-¿Hola?-prácticamente jadeó, sin aliento. Parecía la borde de un colapso nervioso, y tuve que controlarme para no echarme a reír. Le había asustado de verdad. Quizá debería haberle aclarado que no le guardaba rencor por lo que había hecho, que no me parecía mal, que él seguía siendo libre y no tenía por qué reprimirse si algo le apetecía. Quería ir más en serio con él, quería tener la típica relación tradicional, pero a la vez no quería sentir que él estaba renunciando a cosas cuando a mí aún me daba demasiado miedo etiquetarnos como lo que todo el mundo pensaba que éramos: novios.

-Hola-contesté, sentándome en mi cama y acariciando las mantas. Alec suspiró.

-¿Estás enfadada, nena?

-¿Tengo motivos?-jugué, y miré mi reflejo en el espejo, que tenía una ceja alzada, y me tapé la boca para que no me escuchara reírme.

-Dios...-bufó él al otro lado de la línea, y me lo imaginé pasándose una mano por el pelo y cerrando los ojos, lo cual lanzó una descarga eléctrica que descendió hasta mi entrepierna-. Vale, si estás enfadada por lo que has visto esta mañana, créeme que lo siento mucho. Sabes que mi intención no es hacerte daño, y si te ha parecido mal, te pido perdón.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora