Capítulo 64: Los Siete Restantes.

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Llevaba cinco minutos de reloj plantado en mi calle, en el punto exacto que resultaba equidistante de mi casa a la de Jordan. De nuevo, había perdido el coraje que sólo me invadía cuando estaba con Sabrae. Decir que ella me hacía fuerte no era una metáfora, sino describir la realidad tal y como era: su mera presencia bastaba para que todo lo que ella decía tuviera una lógica aplastante, incluso cuando eran verdaderos disparates. Podía creerme cualquier cosa si venía de sus labios, siempre y cuando los viera en vivo y en directo, porque estaría demasiado ocupado recordando su tacto y su sabor al besarlos como para plantearme siquiera la posibilidad de que ella pudiera mentirme.

Sabía mis puntos fuertes y también mis puntos débiles. Cuando ella no estaba, era un armatroste olvidado en un rincón de la habitación. Pero en cuanto ella entraba en escena y posaba sus dedos sobre mí, me convertía en un arpa. Todo lo que yo hacía dependía de que...

Como si supiera el rumbo que estaban tomando mis pensamientos, mi móvil emitió un pitido en el interior de mis pantalones. No necesité sacarlo del bolsillo para saber que acababa de recibir un mensaje de Sabrae, pero lo saqué de todos modos. Ni siquiera lo desbloqueé para leer todo el contenido del mensaje.

¿Ya has hablado con Jor?

No pude evitar esbozar una sonrisa más parecida a un mohín que a una sonrisa auténtica. Jor. Pasaba tanto tiempo conmigo que incluso se le había pegado la forma de llamar a mis amigos, y eso que tampoco es que pasáramos mucho tiempo hablando de ellos... o hablando, ya puestos. Pero ella me conocía lo suficiente como para saber que necesitaba un último empujón para volver a enderezar mi vida; con un poco de suerte, la encarrilaría definitivamente y no volvería a salirme del rumbo que me habían marcado.

Estoy a punto.

Vale ☺ suerte, aunque no la necesites❤

Tenía que conseguir que me entrara en la cabeza de una puta vez que no era un estorbo para todos los que me conocían. Que la gente que estaba cerca de mí, lo estaba porque disfrutaba de mi compañía, y no porque quisieran sacarme algún tipo de provecho (tampoco es que yo pudiera ofrecerles mucho, pero bueno...).

Sacudí la cabeza como expulsando aquellos pensamientos de mi mente y eché a andar en dirección a la casa de Jordan, dejando a espaldas el lugar donde se suponía que debía estar a salvo. Cuando el estómago se me retorció al acercar el dedo al timbre, me encogí un poco, como cuando es Halloween y no te queda más remedio que llamar a la puerta del vecino borde del barrio, ése que detesta a los críos, si quieres terminar de llenar tu cesta. No es que la noche te haya ido precisamente mal, pero siempre puede haber alguien que te la joda y te termine amargando los dulces.

Y Scott había sido ese evento que me había amargado los dulces. Estaba tenso cuando íbamos a su casa, sí, lo admito: una parte de mí sabía que iba a tardar un poco más en llevar a la práctica la teoría que Sabrae había tratado de hacerme interiorizar, pero no esperaba encontrármelo tan... no sé. Frío. Era como si Scott no me quisiera en su casa, y yo llevaba demasiado tiempo con una película montada sobre lo mucho que me odiaban en mi grupo de amigos como para que su distancia no me afectara. Lo peor de todo era que Sabrae se había dado cuenta también, porque había mirado a su hermano de una manera en que no la había visto mirarlo muchas veces.

Pero Scott es Scott y Jordan es Jordan, me dije. Jordan me perdonaría, me confortaría, me diría que no pasaba nada y que no me dejaría atrás como sí podían hacerlo los demás, y que lucharía por que el grupo no se desintegrara aun cuando tuviera que convencer al resto de que yo también era importante... a pesar de que yo le había dado la espalda por estar con Sabrae. Pero es que estar con Sabrae me hacía sentir bien.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora