Capítulo 42: Peligro.

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Chrissy chasqueó los dedos delante de mí, demasiado divertida de verme tan abstraído como para enfadarse. Ya era la tercera vez durante el reparto que tenía que llamarme la atención para que me bajara de la furgoneta, recogiera el paquete que debía entregar, y atravesara la calle en dirección al domicilio que nos habían indicado. La primera vez le había entregado un paquete pequeño a un hombre cuarentón y barrigudo que apestaba a alcohol y tabaco, que seguramente hubiera pedido una muñeca hinchable para pasar los días lluviosos porque no le apetecía ir al club de strip tease que frecuentaba... como había hecho mi hermano.

Y la segunda, las destinatarias habían sido una pareja de universitarias que me miraron de arriba abajo y me tiraron la caña, a lo que yo había respondido de forma automática, sintiéndome una mierda al instante a pesar de que aquello no significaba nada para mí, y a Sabrae no le molestaría. No era celosa; no conmigo.

Sabrae... pensar en ella me dolía, un dolor emocional que trascendía las fronteras de los sentimientos y se volvía físico, me aprisionaba el pecho y me ponía hierros incandescentes allí donde Aaron había conseguido golpearme con todas sus fuerzas.

Estaba siendo un día de mierda, una rutina de mierda, un amor de mierda, una vida de mierda. No quería tener que llegar mañana a clase y volver a verla, saber que por su bien debía alejarme de ella y que por el mío sería incapaz de hacerlo. Lo que Aaron me había dicho antes de liarnos a hostias había sido tan esclarecedor que me sentía un gilipollas por haber siquiera necesitado hablar con él: por supuesto que yo no era bueno para ella, y por supuesto que todo lo malo que había en mi interior tenía origen en mi familia. ¿No decían que todo lo malo se heredaba? Pues yo tenía mucho que heredar. Casi tenía que dar gracias de haber tardado tanto en tener ese tipo de conductas.

Y, sin embargo, no podía dejar de pensar que, quizá, hubiera alguna alternativa. Tenía que haber una solución, por Dios. ¿Es que todos nacíamos condenados o salvados, dependiendo de nuestra suerte, y cumpliríamos con nuestro destino sin importar qué hiciéramos?

-Cuando tú quieras-sonrió Chrissy, dándome un toquecito en el hombro, y yo di un brinco y la miré, saliendo de mis ensoñaciones. Me estaba regodeando en la forma en que había conseguido tirar Aaron al suelo y cómo se había intentado revolver él, porque pensar en yo siendo destructivo con mi hermano era mil veces mejor que imaginarme siéndolo con Sabrae.

-Eh... ah, sí. Ya. ¿Tienes la ref...?-empecé, sacando el móvil del bolsillo de los vaqueros para buscar el número de identificación del paquete y así poder localizarlo antes. Chrissy me tendió una caja marrón con el logotipo de Amazon en una esquina, y yo la miré. No sólo se había ocupado de quitarme mi ensimismamiento, sino que encima había podido buscar el paquete sin que yo me enterara.

-Menos mal que no es una bici-bromeó mientras lo cogía, y yo puse los ojos en blanco. Durante mi primer mes de curro, me habían encomendado que entregara un paquete en el que venía una bicicleta, y los de administración hicieron caso omiso cuando les expliqué que yo iba en moto y no podía hacer el reparto. Se encogieron de hombros cuando les reiteré a gritos mi postura, porque "ya me lo habían adjudicado a mí y eso era mucho papeleo", así que ya me había visto arrastrando ese puñetero paquete por medio Londres, a pie. Por suerte, ya había ido de reparto con Chrissy alguna vez, así que ella se había ofrecido a ayudarme. Nos habíamos hecho amigos durante nuestro primer reparto juntos, y me reconfortaba pensar que, el día que uno de los dos se fuera, no perderíamos el contacto. A fin de cuentas, habíamos follado demasiado para marcarnos un "si te he visto, no me acuerdo".

Ni siquiera me subí la capucha del impermeable de la empresa cuando salí a la calle. Casi me atropella un coche, lo cual habría sido de agradecer; así ya no tendría que preocuparme de pensar una manera de romper con Sabrae y que ella no consiguiera que le soltara que era una broma cuando terminara con mi retahíla de razones por las que estábamos mejor separados. Subí penosamente las escaleras del edificio a pesar de que había ascensor, y me olvidé de pedir una firma en la casa donde me recogieron el pedido, así que tuve que volver cuando Chrissy me comentó que no le salía nada en la pantalla de su teléfono.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora