Capítulo 31: Talón de Aquiles.

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-¿Le ha pasado algo a tu móvil?

Vale, mis esperanzas de que Bey y yo empezáramos bien el día habían sido en vano. Cuando salí de casa y me encontré con que sólo Jordan me estaba esperando, puesto que las gemelas ya se habían ido, quise excusar a mi mejor amiga diciéndome que quería darme espacio y no forzar aún más la conversación que era innegable que acabaríamos teniendo. Decidí darle un voto de confianza por todos los años en que había aguantado mis gilipolleces, pero estaba claro que había sido demasiado bueno haciéndome el inocente.

No me había dejado ni entrar en clase tranquilo. Lo hice después que Jordan, que tomó un camino diferente al de todos los días para llegar hasta su asiento, en la pareja de mesas al lado de la de Bey y la mía, dejándome al descubierto para que el bombardeo cayera sobre mí. No hay que ser ningún genio para saber el por qué de la maniobra, pero yo no iba a entrar como un toro embravecido al capote. Podía ver al torero, y tenía pensado joder a ese cabrón.

-Oh, si lo dices porque te preocupa que no haya recibido las quinientas llamadas perdidas ni los doscientos millones de mensajes que me has enviado a lo largo de las últimas 24 horas, no te preocupes. Me llegaron todas-respondí con fingida indiferencia, sorteando a Bey para llegar a mi asiento y tirando la mochila sobre la mesa. Bey se giró sobre sus talones, aún con los brazos cruzados, como una peonza demasiado estilizada, y frunció los labios para contestar alguna sobrada por la que yo tuviera que pararle los pies, pero yo fui más rápido-. Apagué el móvil por la noche para que me dejarais descansar tranquilo-fulminé a Jordan y a Bey con la mirada, y constaté que Tommy aún no había llegado-, pero, claro, mis notificaciones se volvieron locas cuando lo encendí esta mañana para enviarle el mensaje de buenos días a Sabrae. Que Bey, por cierto, esperar a que me pille por otra chica para empezar a darme bola no es la mejor estrategia de apareamiento que ha inventado la madre naturaleza-alcé las cejas en su dirección mientras me repantingaba en la silla, estirando las piernas cuan largo era e ignorando que todos los ojos de la clase estaban fijos en nosotros. Normalmente, nuestras interacciones se basaban en que yo le tocaba los huevos a Bey, ella se cabreaba y me ponía en mi sitio, y yo, con sumisión, aceptaba el orden sagrado de las cosas.

Que me revolviera como un gato panza arriba era nuevo para todos. Creo que algunos incluso estaban conteniéndose para no sacar el móvil y empezar a grabarnos.

Bey se masajeó las sienes, se rió para sí misma y negó con la cabeza. Se giró un momento para mirar a Jordan y a su gemela, puede que buscando una idea que desarrollar para que las cosas fueran como habían sido siempre.

-Lo que me contestas cuando no sabes qué decirme es "vete a la mierda, Alec"-incliné la cabeza hacia un lado y le dediqué una sonrisa radiante, que ella no imitó.

-Vete a la mierda, Alec. ¿Por qué no me llamaste anoche, cuando llegaste a casa?-preguntó, apoyando una mano en su mesa y la otra en su cadera. Los ojos le llameaban con una fiera determinación. No iba a dejarme ganar la batalla, por mucho que yo me resistiera, pero teníamos un problema: por primera vez en mi vida, había alguien a quien estaba más que dispuesto a poner por delante de Bey. No iba a perdonarle tan fácilmente que hubiera jugado sucio, precisamente porque lo había hecho con Sabrae. Sabrae era mi talón de Aquiles, lo que me hacía fuerte y a la vez tremendamente vulnerable, y que la hubiera mencionado durante la discusión y hubiera permitido que Tommy la usara como un arma arrojadiza contra mí no era algo que yo estuviera dispuesto a olvidar fácilmente.

Vaya, vaya. Parece que estaba descubriendo muchas cosas nuevas con Sabrae. La primera había sido que puedo ser celoso, y ahora, me topaba con que también era rencoroso. Claro que supongo que eso me viene en la sangre; no naces en una relación de maltrato y simplemente dejas que la vida fluya.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora