Trufas se revolvió a los pies de la cama de Mimi cuando yo abrí la puerta, muy despacio. No quería sobresaltarla y que se negara a ayudarme. Llevaba casi una hora intentando hacer las cosas yo solo, pero me era imposible. No entendía cómo mamá podía apañárselas para llevar toda la casa y ni siquiera despeinarse. Puede que fuera que ya estaba acostumbrada, las más de dos décadas que llevaba siendo un ama de casa casi de forma profesional, pero no me entraba en la cabeza que pudiera hacer que todo pareciera tan fácil.
-Mimi-musité, acuclillándome al lado de mi hermana, en la penumbra. Ella respiraba profundamente, con los ojos cerrados firmemente, negándose a alejarse de un sueño que seguro estaba disfrutando mucho, del que a mí me dolía en el alma sacarla, pero lo primero era lo primero-. Mimi-repetí, y Trufas levantó una oreja, como un ave que comprueba las corrientes de aire justo antes de echar a volar-. Mimi, despierta. Necesito que me ayudes con una cosa-la zarandeé suavemente por el hombro, y la nariz de mi hermana se arrugó mientras un desconsiderado la sacaba del mundo de sueños que estaba conquistando.
Mimi suspiró sonoramente, lanzó un bufido, entreabrió los ojos y me miró a través de la bruma de su somnolencia. Encendí la luz y me mordisqueé el labio. Lo siento muchísimo, pequeña, pero tengo que hacer esto.
Notaba una maraña horrible en mi estómago, como si un trapecista se estuviera asegurando de que las cuerdas que sujetaban la red de debajo estaban bien colocadas. Y también tenía una presión en el interior de la cabeza, como si estuvieran hinchándome un globo dentro y ya hubiera llegado al límite de resistencia de mi cráneo. Tenía que salir todo perfecto, absolutamente todo. No había pegado ojo en toda la noche; después de ver que Tommy y Scott ya estaban bien, e incluso habían dormido en la misma habitación, creí que se me quitaría un enorme peso de encima. En cierto modo, así había sido, pero mi preocupación por la pelea de mis amigos se vio sustituida por mis ganas de que todo con Sabrae fuera genial. Esa noche sería la primera que ella pasara en mi casa, y confiaba en que después de esa vinieran muchas otras, pero quería que fuera especial. A fin de cuentas, no se tiene más que una primera vez de cada cosa en la vida. Quería que le encantara mi casa, que quisiera venir cuando estuviera aburrida, que estuviera ansiosa de que la invitara y se presentara sin previo aviso cuando yo no lo hiciera, sorprendiéndome después de venir del trabajo con una buena sesión de mimos en el sofá o, ¿por qué no?, de sexo en mi cama.
Ah, joder, tenía que cambiarle las sábanas a la cama. Pero las que tenía eran las de un suave tono lavanda, y a ella le encantaba el lila, así que quizá fuera buena idea meterlas en la lavadora, después en la secadora, finalmente plancharlas y luego ponerlas en mi cama como si no hubiera pasado nada. Le echaría un extra de suavizante durante el lavado. Puede que, incluso, las planchara justo antes de que ella fuera a llegar. Así estarían calentitas y ella estaría mucho más cómoda. Se quitaría antes la ropa. Tendríamos más tiempo para hacerlo.
Sí, definitivamente necesitaba la ayuda de mi hermana.
-¿Qué pasa, Alec?-gruñó Mimi, frotándose los ojos y dejando caer su mano sobre el colchón, al lado de su cuerpo, haciendo de barrera natural entre ella y yo. Me mordí el labio y susurré, en el tono más suplicante sin rayar en lo patético que pude:
-Necesito que me ayudes a poner la lavadora.
Mimi parpadeó despacio mientras su ceño fruncido se acentuaba más y más.
-¿Qué?
-La lavadora. No sé qué programa ponerle. Es decir... tiene una puta infinidad. ¿Para qué hacen falta tantos programas y tantos botones y tanta historia? ¿Por qué no ponen uno de "simple lavado" y ya está? No sé dónde tengo que calcar para que me lave bien las camisas y los vaqueros.
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B o m b ó n (Sabrae II)
RomanceHay dos cosas con las que Sabrae no contaba y que le han dado la vuelta a su vida completamente: La primera, que Alec le pidiera salir. Y la segunda, que ella le dijera que no. Aunque ambos tienen clara una cosa: están enamorados el uno del otro. Y...