Capítulo 47: La capacidad de seducción de un cactus.

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La luz del sol me acarició los párpados, despertándome lentamente como lo hacía durante el verano, cuando era mucho más potente y suave a la vez. Eso fue lo primero que percibí de mi primer día en mi nueva vida, en una segunda oportunidad que el mundo me concedía y no estaba seguro de merecer.

Lo segundo, fue su cuerpo. Menudo, cálido, acariciando el mío y acoplándose a mí como el mejor de los puzzles, absorbiendo mi calor corporal y regalándome el suyo, mientras me mecía suavemente con su respiración. Sabrae no estaba desnuda, como a mí me habría gustado, pero sí parecía a gusto, como si estuviera en el lugar que estuviera destinada a ocupar. Me la quedé mirando, sin aliento. Las pestañas le acariciaban las mejillas, más largas de lo que jamás se las había visto a ninguna chica; tenía la boca ligeramente contraída en una media sonrisa de la que me encantaría ser causa, y las estrellas de sus lunares espolvoreados sobre su nariz bailaban un lento vals al compás de su respiración. Tenía la mano colocada sobre mi pecho y una pierna entre las mías, con todo el pelo acariciándole la espalda y los hombros, cayendo en cascada sobre ella como si fuera la protagonista de un cuadro que le haría sombra en visitantes y fama a la mismísima Mona Lisa.

Supe por su belleza y perfección que no lo estaba soñando. Que lo de la tarde pasada había ocurrido de verdad: había venido a verme, había luchado por mí, se había derrumbado a mis pies para que mis demonios y yo nos postráramos ante ella, y así poder decapitarlos. Me había hecho prometerle que nada se interpondría entre nosotros, ni siquiera ella, ni siquiera yo, y yo se lo había jurado con la solemnidad del caballero que jura proteger a su señora. Noté cómo un intenso amor crecía en mi pecho mientras una sonrisa se esparcía por mi boca, contemplando cómo el dorado del sol poco a poco dibujaba su silueta con sombras en las sábanas. Sin poder refrenar mis instintos, tiré de ella para abrazarla aún más a mí, y ella abrió los ojos, somnolienta.

-Joder-gruñí con voz ronca, preñada de una emoción contenida a duras penas por tenerla allí conmigo, por quererla y ser correspondido-. Creía que lo había soñado.

Sabrae parpadeó, tratando de enfocarme con sus preciosos ojos castaños, que reflejaban la luz del sol en un bonito tono chocolate.

-¿El qué?-quiso saber con voz dulce, aniñada, y yo sentí ganas de comérmela a besos. Puede que aquella fuera la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida, la dueña de mi libido y la ama absoluta de mi cuerpo y mi placer, pero también era mi chica, mi niña. Había dentro de mí un monstruo que estaba dispuesto a escupir fuego y sacar las garras sólo por protegerla.

-Que estabas aquí, conmigo-le aparté un mechón de pelo de la cara para poder verla en todo su esplendor, todo su rostro titiló cuando nos miramos y el universo explotó. Los dos éramos más poderosos que el espacio que nos rodeaba, y entre nosotros había una conexión más intensa que la que mantenía los planetas en sus órbitas, las estrellas en sus galaxias, las galaxias suspendidas en el espacio. Dejé mi mano hundida en su melena y le acaricié la mejilla con el pulgar.

-No-respondió, acariciándome el mentón-. Esto es real. Muy real-ronroneó como una gatita, de la misma manera que lo hacían las actrices de las películas de acción la primera vez que conocían al protagonista, y con el que terminarían acostándose. En un tono sensual, pero a la vez, Sabrae sonó diferente. Íntima, confiada, cariñosa, segura de que lo que me había dicho era una verdad incuestionable. Se inclinó hacia mi boca y me besó despacio, dejando que nuestros labios se acariciaran como quien acaricia al cachorro que se convertirá en su mejor amigo durante muchos, muchos años.

Yo sería su compañero más leal, si las mierdas que tenía dentro me dejaban. El perro más fiel que nadie hubiera visto nunca. Haría lo que fuera por ella. Mataría y moriría por ella. Suerte que ella jamás me pediría mi vida, porque eso significaría estar separados.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora