-¿Qué tal estás, mi niña?-preguntó mamá, rodeándome la cabeza con el brazo y dándome un beso en la mejilla, haciéndome saber que estaba ahí para mí, incluso cuando me regañaba por no haber tomado las precauciones necesarias. Me imaginé que pensaba que así se habría comportado su madre cuando ella misma tuvo que recurrir a tomar la píldora del día después: aunque molesta por la forma en que su salud corría peligro, en cierto sentido por su culpa, había una parte de ella que siempre obedecería al fuerte instinto de protección que sienten todas las madres.
Mamá ni siquiera me había reñido otra vez cuando me vio romper el plástico para sacar la píldora y me la quedé mirando un momento: sabía que ya no iba a posponerla más. Cuatro días era jugársela demasiado (aunque la efectividad, según la farmacéutica, era de hasta cinco días). Simplemente me había llenado un vaso con agua fría para ayudarme a tragármela, y cuando lo hice, volvió a darme un beso, me acarició la espalda y me miró a los ojos.
-Por favor, ten más cuidado a partir de ahora, ¿de acuerdo?
Yo había asentido con la cabeza, el regusto de la píldora aún arañándome un poco la garganta.
-Mamá, hace diez minutos que me he tomado la píldora. No creo ni que haya empezado a deshacerse en mi estómago. Estoy bien-susurré, garabateando en mi bloc de dibujo, trazando una jirafa que más tarde le daría a Duna para que ella la coloreara. Shasha estaba sentada en el otro extremo del sofá, jugueteando con el cable de sus auriculares mientras miraba sin ver una reposición del capítulo de Keeping Up With the Kardashians en el que Kim le grita a su hermana Kourtney que ella no sabe lo que hace falta sacrificar para sacar a flote un negocio. Yo habría preferido que fuera el capítulo en el que Kim se hace selfies mientras Khloe va a la cárcel, porque allí había menos gritos y mi falta de sueño los aborrecía, pero agradecía estar sentada en el sofá, tapada con mi manta, haciendo tiempo en compañía de mi hermana mientras esperaba a ver si los efectos secundarios de la píldora se adueñaban de mi cuerpo, o por el contrario podía quedar con mis amigas.
Al margen, por supuesto, de que estaba esperando a que Scott se levantara. Se había pasado la noche de acá para allá, bailando y bebiendo más de lo que lo había hecho yo (en realidad, me había otorgado a mí misma el rol de niñera de Alec en cuanto vi que a él se le iba la mano con el alcohol), de manera que mi hermano estaba más cansado y necesitaba más tiempo para reponerse. Había bebido mucho, había estado un rato a solas con Eleanor al final de la noche, y luego había seguido bebiendo más, como si se estuviera preparando para hacerlo borracho, igual que Alec. Por eso aún no se había levantado, y eso que mi hermano estaba acostumbrado a la marcha. A mí me dolían horrores los pies, sentía los hombros un poco cargados por los tirantes del sujetador, y tenía la piel de los pechos y la entrepierna aún sensible por las veces en que me había ido con Alec al baño.
Alec... repitió mi cabeza, y sonreí al pensar en cómo se había vuelto loco cuando terminé de desnudarme en el baño de la Sala Asgard. Aquello había sido un polvazo, digno de todos los inconvenientes que la píldora traía consigo si al final mi cuerpo acusaba su presencia en el torrente sanguíneo. Le di la vuelta a mi móvil para comprobar si ya me había respondido al mensaje que le había enviado, pero nada. Aún dormía. Mi pobre niño... si Scott necesitaba dormir la mañana, Alec tendría que estar toda la semana echado para poder recuperarse. Se había pasado tres pueblos, había tomado su peso en bebidas tan fuertes que en Internet las calificaban como "no aptas para principiantes". Había tenido que buscar varios de los brebajes que se había tomado, y cuando vi su graduación, comparada con la de las cosas que solía tomar yo y que me producían un chute increíble, empecé a sospechar que su ascendencia rusa tenía algo que ver en su aguante.
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B o m b ó n (Sabrae II)
RomanceHay dos cosas con las que Sabrae no contaba y que le han dado la vuelta a su vida completamente: La primera, que Alec le pidiera salir. Y la segunda, que ella le dijera que no. Aunque ambos tienen clara una cosa: están enamorados el uno del otro. Y...