Capítulo 8: Partidazo.

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Habría jurado que Alec había escuchado la pulla que acababa de soltarle Jordan pero, por supuesto, yo estaba en un punto de mi vida en el que desestimar a Alec formaba parte de mi rutina diaria. Por supuesto que no le había escuchado; Alec dejaba de estar alerta a todo lo que sucedía a su alrededor en el momento en que yo entraba en escena, como Duna dejaba de escuchar lo que le decías cuando en la televisión echaban el anuncio del último modelo de las Bratz, Shasha no prestaba atención a nada más que a la música coreana que ponían de fondo en alguna película, Scott no veía más allá del documental sobre galaxias que estaban poniendo en el canal de National Geographic...

... o yo era incapaz de saber dónde estaba en el momento en que veía a Alec. Éramos tal para cual; supongo que no debería sorprenderme de que el mundo a su alrededor desapareciera en el momento en que sus ojos se posaban en mí. A fin de cuentas, era lo mismo que me pasaba a mí.

Alec esbozó una sonrisa tímida, nada acostumbrado a que una chica lo pillara tan de sorpresa que perdiera el equilibrio y dejara de tener esa actitud de dios de la seducción y del sexo que tanto había detestado en otra época y ahora me encantaba. Me gustó aquella sonrisa de niño bueno, de niño travieso al que no le termina de salir bien eso de salirse con la suya, de sincera felicidad de verme, hasta el punto de que no le importaba que yo pudiera considerarlo torpe.

-Hola-jadeó, sorprendido, con sus labios curvados en esa preciosa sonrisa y su voz susurrada en aquella exhalación cargada de promesas. Porque, en el fondo, sabía a qué había venido: a lo mismo que él quería.

Y sabía que no tardaríamos en conseguir estar solos. Cueste lo que cueste. Así que aquella mirada, aquella sonrisa, era la del niño que arranca por fin la hoja de Noviembre del calendario y se encuentra con que el codiciado 25 de Diciembre está a la vuelta de la esquina, a sólo tres semanas del día en que se encuentra.

Mi niño.

Sin dejar que se levantara, y admirando en el poco tiempo que me llevó su belleza (Dios mío, pero qué guapo es), me abalancé literalmente sobre él y le eché los brazos al cuello. Me eché con tanta efusividad sobre él que hice que perdiera el equilibrio de nuevo, y que su espalda chocara contra el sofá, presa de mi alivio de por fin estar con él. Besé la sonrisa de su boca y noté cómo su mentón raspaba suavemente por la barba incipiente que ya le estaba saliendo, después de que se hubiera afeitado hacía 4 días, en lo que había sido literalmente el año pasado. Mi lengua exploró su boca mientras mis dedos se enredaban en su pelo, y sus manos recorrían mi cuello, mis brazos, mi cintura, y llegaban hasta mis caderas en una deliciosa promesa que me encantó.

Noté que todo su cuerpo se ponía en alerta, acuciado por la cercanía del mío, y me descubrí adorando su boca de forma que mi lengua le transmitiera lo mucho que me alegraba el hecho de que estuviera tan preparado para complacerme cuando todavía no había podido asimilar del todo que yo estaba allí.

Alec jadeó en mi boca y una de sus manos descendió hasta mi culo, mientras me mordía el labio inferior y gruñía un delicioso asentimiento a modo de recompensa cuando yo le tiré del pelo para tener un ángulo mejor en el que comerle la boca. Le gustaba muchísimo que yo tomara la iniciativa y que le hiciera saber de forma física lo que él le provocaba a mi cuerpo, dado que éste no tenía reacciones tan evidentes como las del suyo. Dios, nos estábamos morreando de una forma tan obscena que puede que fuera demasiado incluso para una película porno.

-Bombón-gruñó a modo de saludo, el niño inocente que había sido hacía un instante bien lejos de nosotros, ahora el hombre enloquecido por la lujuria dominando su cuerpo.

El hombre experto en sexo.

El hombre que sabía cómo satisfacer a una mujer.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora