Capítulo 78: El genio de la lámpara.

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Sabrae continuó encogida en posición fetal a mi lado incluso después de que sonara el despertador por tercera vez. Lo había ido atrasando de diez minutos en diez minutos desde la hora original que habíamos acordado para levantarnos, prepararnos y marcharnos al festival a conseguir el mejor sitio posible, que no podía ser otro que primera fila. Sin embargo, yo llevaba despierto desde una hora después del amanecer, por el puñetero jet lag de tan solo una hora. Me había pasado dando vueltas en la cama más de una hora, rodando de un lado a otro con la esperanza secreta de que mis movimientos despertaran a Sabrae, para así poder levantarnos antes, pero no surtió efecto. Lo único que conseguí moviéndome de esa manera fue que ella también rodara por la cama inconscientemente, acostumbrada como estaba a seguirme allá donde fuera, incluso en los brazos de Morfeo.

Lo que en otra ocasión me había encantado y me habría hecho disfrutar de lo lindo, hoy me traía por la calle de la amargura. No quería que me persiguiera por la cama estando inconsciente: quería que se quedara quieta, notara que hacía frío, y levantara la cabeza. Yo me la comería a besos, le daría los buenos días, y me las apañaría, ya se me ocurriría cómo, para convencerla de que nos levantáramos.

Así que sonó el despertador. Una vez. Dos. E incluso tres. A la tercera, me incorporé en la cama hasta quedar sentado, emitiendo un gruñido gutural que ella tuvo que escuchar, pues estaba seguro de que me habían oído incluso en Inglaterra. Y, aun así, nada. Siguió dormida a mi lado, hecha un ovillo adorable que ahora me estaba empezando a cabrear. De no ser porque sabía distinguir cuándo se hacía la dormida de cuándo dormía de verdad (era lo bastante afortunado como para haber dormido con ella las suficientes veces para empezar a distinguir esos pequeños detalles), habría jurado que llevaba media hora tomándome el pelo. Claro que ella tampoco me tomaría el pelo con algo así. Sabía lo mucho que me importaba el festival, estar en primera fila, poder verle los poros sudorosos al puñetero The Weeknd con ella a mi lado, tan cerca que pareciera que nos iban a caer sus gotas de sudor en la frente mientras brincaba por el escenario. Ya que íbamos a verlo, verlo bien. Ya que era su primera vez, quería que fuera especial, más que ninguna de las otras que había tenido yo, afincado en medio de la pista de un estadio al que no había podido llegar antes porque mi madre no me había dejado saltarme las clases, o incluso en las puñeteras gradas, aproximadamente en la órbita de Neptuno, porque la página de venta de entradas se había quedado colgada y no había nada decente disponible cuando había podido salir de la cola virtual.

Me volví a pasar una mano por el pelo y me la quedé mirando. Mechones de azabache se le pegaban al cuello por causa del sudor; sus pechos subían y bajaban al compás de su respiración profunda y pausada, en su rostro había tal expresión de paz que me sentía un miserable por siquiera pensar en despertarla. Cuando nos acostamos por la noche estaba tan cansada que se había quedado dormida dos veces durante el masaje que le hice en los pies, porque aquellos tacones que se había puesto eran tan bonitos como dolorosos. Hizo un inmenso esfuerzo por no dormirse mientras lo hacíamos, y cuando me tumbé a su lado justo después de acabar, rodó pesadamente hacia un costado para rodearme con un brazo y se quedó dormida entonces. Nada de ir al baño, nada de charla post coital, simplemente pum, aquí te pillo, aquí te mato, sueño.

Me levanté de la cama, fui al baño, me puse unos calzoncillos, me lavé los dientes, volví a echarle un vistazo a la ropa que íbamos a llevar, y me senté a esperar en el pequeño banco acolchado que había contra la pared, enfrentado a la cama. Carraspeé un par de veces, porque eso no contaba como despertarla, exactamente, ¿no? Miré el reloj, gruñí, me encendí un cigarro, me lo terminé, volví a gruñir, y Sabrae continuó dormida. Por un instante pensé en que las cosas con Jordan serían más fáciles: no tendría ningún cargo de conciencia por pegarle un almohadazo a las cinco de la mañana y ordenarle que se vistiera para plantarnos los primeros en la cola de entrada del festival. Sólo por un instante.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora