Capítulo 48: Genios.

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Supe que se trataba de ella, a pesar de no haberla visto nunca, en cuanto la vi doblar la esquina en la que se situaba la cafetería en dirección a la puerta. Más que caminar, Chrissy parecía desfilar por la calle. Con una confianza que sólo le había visto a otra chica, nada más y nada menos que Diana, Chrissy levantó la cabeza y miró el cartel con el nombre de la cafetería de los padres de Pauline, donde ésta la había convocado a petición mía.

Al ver que ya no prestaba atención a lo que me contaba, algo del tiempo de cocción del pastelito que le había pedido, Pauline se giró en dirección a la puerta en el preciso instante en que Chrissy la empujaba, se quitaba el gorro de lana blanco de la cabeza y se bajaba la cremallera de una chaqueta de borreguillo marrón. La coleta de la francesa, como una cascada de carbón, bailó en su espalda.

Si tuviera que definirla con una palabra, la que le tocaría a Pauline sería "elegancia". Desde la forma en que me había recibido en cuanto me vio titubear frente a la puerta, acompañada de mis amigas, que habían venido conmigo hasta allí e incluso se habían ofrecido a esperar a Alec juntas; a la forma en que me había traído un poco de chocolate a la taza y un pastelito de queso que estaba que te morías del gusto, pasando por la forma en que me dio conversación cuando me notó nerviosa, a duras penas dando mordisquitos al pastel porque tenía el estómago cerrado, Pauline me recordó a esas damas de la alta sociedad francesa que ves en las películas y cuyo carisma hace que lamentes por un instante que la Revolución sucediera. Incluso su cuerpo desprendía esa elegancia: de piernas y brazos largos y delgados, tenía una ligerísima curva en las caderas que delataba que, a pesar de su oficio, en su cuerpo no había ni un centímetro de grasa. Tenía el vientre más plano que había visto en mi vida, el cuello más largo, y su mentón podría ser el modelo de exhibición de la obra maestra de un cirujano.

Por el contrario, la palabra mejor le sentaba a Chrissy era "despampanante". Un mujerón, como decía papá, de los que sólo veías en los vídeos musicales. Curiosamente su figura llena de curvas me recordó a Sofia Jamora, la modelo que había trabajado dos veces con papá, en los vídeos de Let Me y Entertainer, que había roto con los cánones de belleza en su época. Sus caderas y sus pechos eran más que generosos, tenía las piernas tonificadas y unos muslos que seguro que más de un chico se moría por azotar, y unos labios tan llenos como los de Angelina Jolie, todo ello terminado en una melena de un castaño claro que podrías confundir con rubio, que caía en los mechones ondulados propios de una surfista.

Era como la versión mejorada de aquella modelo con la que papá había trabajado dos veces. Pensé que papá Alec tenían el mismo gusto en las mujeres: les había gustado Sofia o Chrissy, les gustaba mi madre...

Pauline y Chrissy eran increíbles a su manera, pensé. Cualquier chico se consideraría afortunado de estar con ambas, que representaban la perfección de las dos caras de la feminidad. Y Alec había tenido la suerte de tenerlas a la vez, lo cual tampoco era inmerecido. Las dos tenían cuerpos de modelos, tan lejos de mí que me hicieron preguntarme cómo es que, de entre las tres, era yo la que ahora tenía el privilegio de despertarme al lado de Alec siempre que lo deseara; me bastaba con pedirle que no me llevara a casa, y él me dejaría dormir con él. Era un poco injusto.

-Has conseguido que venga-suspiré con alivio, notando que el nudo en mi estómago se deshacía un momento antes de formárseme dos. Ahora que Chrissy estaba allí, tenía que hablar sí o sí con ellas.

-Sí-asintió Pauline, pasándose una mano por el cuello-. Es simpática.

-¿Te ha costado mucho dar con ella?-quise saber, y Pauline se volvió para mirarme mientras Chrissy se quitaba su abrigo y se sacudía la nieve de las botas.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora