Capítulo 12

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Saga

Con el dolor de mi alma, me separé de Jera, y seguí a lo que sea que Sal quería mostrarme. Él parecía muy animado, mientras que yo no era capaz de levantar la cabeza para mirar a mi alrededor, porque todo lo que me importaba en la vida yacía inerte en el suelo.

— Sal... ya dime que es lo que quieres que vea... — me detuve de golpe cuando llegamos a la entrada de la guarida. Todos esos hermosos recuerdos que había tenido allí me hacían sentir aun peor — no hay nadie allí...

— Amigo... cuantos cachorros eran... — me pregunto tranquilamente

— Ocho cachorros... cinco machos y tres hembras... — mis ojos se humedecieron nuevamente al recordarlos — Tyler, Hanna, Henno, Triell, Coddy, Kara, Set y Liv... — mi voz sonaba mas lastimosamente con cada nombre que pronunciaba.

— Saga... aquí solo hay tres cachorros... ¿Dónde crees que están los demás? — preguntó mientras me miraba compasivamente.

El que Sal dijera eso, hizo que se encendiera una pequeñísima llama de esperanza en mi interior, él sabía algo que yo ignoraba por completo o que probablemente me había negado a querer ver desde un principio.

— Sal... acaso...mis otros hijos... ¿siguen con vida?

Sal no me respondió, la expresión en su rostro acompañada de una sonrisa apacible me lo decían todo. Me armé de valor para entrar a la guarida, confiaba plenamente en Sal, pero aun así me sentía inseguro de hacerlo.

— Si de algo te sirve...iré tras de ti.

— Gracias... — le contesté agradecido.

El olor que sentía era vago, como si no estuvieran allí.

— ¿Hola? — pregunté con voz temerosa — no siento el olor de casi nadie... — dije volteando a ver a Sal, quien estaba justo detrás de mi...

— Que extraño...se habrán... — por primera vez desde que habíamos llegado, Sal entró en pánico — mierda... que tal si huyeron porque no confiaban en mi... ¡Saga lo siento!... yo...voy a buscar afuera...quédate aquí por si regresan...— no tuve tiempo de responder, cuando reaccioné, Sal ya se había ido corriendo.

No tenía muchas opciones, y ya que estaba adentro, decidí recostarme para descansar un poco. Me sentía decaído, impotente, y demasiado triste como para hacer algo por mí mismo.

Un ruido cerca de mi comenzó a escucharse, era tan minucioso que creí que se había metido una rata a la guarida y no le tomé importancia, asique lo ignoré dándole la espalda al lugar de origen del sonido y cerré los ojos. Se oía como si algo estuviera escarbando en la tierra.

En ningún momento tuve la necesidad de usar mi olfato, asique no sentí que se acercaba a mí. Algo me había tocado la nariz, algo frío y pequeño; otra nariz. Respiré hondo antes de ver de qué o quién se trataba, pero este estaba cubierto de tierra y me hizo estornudar y par de veces. Y entonces la vi.

— ¿...Liv...? — dije en voz medianamente baja.

— Si eras tú... — pegó su cabeza en mi hocico y comenzó a acariciarme.

— Liv...eres tú...mi pequeña estrella... — sentí que una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro, pero sentía que mas que una expresión de felicidad, era una sonrisa triste. — dónde...tu estas... — no sabía cómo preguntarle si estaba sola o no.

— Chicos... es él — dijo mirando hacia un rincón de la guarida.

Me sentí sorprendido de algún modo en cuanto vi salir a los cachorros de un agujero ubicado en un rincón de la guarida. No encontré una mejor reacción que sólo levantarme y ver como corrían hacia mi.

Entre lobos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora