Capítulo 100

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Liv

El olor a sangre es delicioso cuando es el de una presa, pero es horrible cuando proviene de tus compañeros u otro lobo. Eso hizo que el oso quisiera comer. Unan y Zyner eran sus presas.

— ¡Sal! ¡Beck! ¡Saquenlos de aquí! — ordenó Ciro interponiéndose entre el oso y sus hijos junto a otros diez lobos.

Ninguno de los dos se movía, y el inconfundible olor de la muerte estaba sobre ellos.

— ¡Rissa! ¡Que los jóvenes se vayan contigo! ¡Manada, a las patas traseras y ábranle paso fuera del territorio!

Todos obedecieron las órdenes  sin dudarlo. Y en cuanto estuvimos alejados de la bestia, noté el rastro de sangre que habían dejado.

— Rissa... — dijo Sal con un tono apagado, o más bien, triste — Esta muerto.

Con la noticia, Rissa emitió unos ligeros y dolorosos gemidos, pero no perdió la compostura ante los demás.

— Que esto sea una lección para todos... — dijo con el ceño fruncido y la mirada en nuestras patas. — si no siguen a su alfa, ocurren desgracias como esta.

Aullamos en señal de nuestro compañero caído, con Rissa como nuestra guía.

— Ahg.... — dijo Unan haciendo movimientos torpes con sus patas y el resto del cuerpo cubierto de sangre.

— ¡Oye ¿Estás bien?! — dijo Sal. — Rissa, esa herida es muy fea.

— Con una herida como esa es difícil saber si sobrevivirá. — dijo Rissa.

Me pareció muy dura la forma de actuar de Rissa, uno de sus hijos había muerto, y el otro esta pendiendo de un hilo.

— No voy a... — balbuceó Unan entre dolorosos gemidos — no voy a morir...

— Unan... — fue lo único que fui capaz de decir.

— Fuiste imprudente y te pusiste en peligro — dijo Rissa en tono de reproche — debiste esperar a que llegara la manada.

A duras penas, Unan logró levantarse, dejando a la vista su gran herida en el lado derecho de su tórax y abdomen, y entre tropezones comenzó a caminar.

— Si sigues con vida cuando el resto de la manada haya acabado, le deberás una explicación a tu padre.

— Si, si... Conferencia con el alfa por ser tan imprudente y no trabajar en equipo... — se detuvo un momento a mirar a su hermano, y luego continuó su camino.

No sabía lo que me pasaba, pero mis patas comenzaron a moverse por si solas siguiendo a Unan a una cierta distancia de él. Al andar dejaba caer gotas de sangre, y me preocupaba que el olor atrajera a otros animales.

Al llegar al río, Unan se dejó caer en la orilla poniendo la mitad de su cuerpo en el agua.

— Unan... — no me respondió, pero sabía que me escuchaba — yo... Quería agradecerte por salvarme... — caminé hacia él — pero...no debiste ponerte en tanto riesgo...

— No lo habría hecho por nadie más... — dijo sin moverse — al menos valió la pena...

— Pero Zyner...

— Mi hermano murió por querer ayudarme. Y por desobedecer a papá...

Acabé recostándome junto a él, y comencé a lamer su herida para limpiarla. Mientras lo hacía, Unan daba pequeños saltos y emitía diminutos y ahogados chillidos  demostrando que le dolía mucho.

— Perdón...

— No te preocupes... — dio un gran bostezo — estoy cansado... ¿Está bien si duermo un poco...? — lo miré preocupada sin que él volteara a verme.

— Solo si prometes despertar...

— Lo premeto...

— Me quedaré aquí para ver que cumplas... — exhaló una risa, y luego se durmió. Yo me acomodé junto a él para darle calor.

Entre lobos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora