Capítulo 111

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Tyler

Ver a Kaila herida de esa forma me partió el corazón.

— No hagas nada... — dijo Torel antes de que yo hiciera algo — esto es grave ¿lo sabías? — me miró por el rabillo del ojo.

— Sí... Ya lo sabía. — Torel resopló y dejó de mirarme.

— Alfas... — dijo el anciano — conocen la regla.

— Qué regla... — murmuré — ¿papá...?

— Silencio.

— Qué le harán a Kaila...

— No es permitido que un lobo solitario engendre con lobas de una manada — me respondió — y solo se castiga de una forma el romper esa regla...

— No me digas que...

— La van a matar...

— ¡No pueden hacerlo! — alcé la voz.

— ¡Ya basta! — murmuró.

No pude soportar por más tiempo ver a Kaila en ese estado. Y tampoco pude soportar la idea de que alguien la asesinara.

— ¡Ella no tiene la culpa de nada! — dije parándome en frente de ella.

— Muchacho, no interfieras — dijo el anciano.

— ¡No puedo solo dejar que la asesinen! ¡La culpan por haber nacido!

— Ocupa un espacio en la manada, muchacho. Se considera sangre sucia. — me dolió encontrarle la razón.

— Tiene razón... — dijo Kaila lastimosamente — mi padre es un lobo solitario... — se puso de pie con dificultad — ... Ataqué al alfa de mi manada... Cruzo los límites de casi todos los territorios... Pero quiero dejar en claro que Tommen no ha hablado conmigo en ningún momento...

— Kaila...

—... Hagan conmigo lo que se les plazca. Ya no importa... — bajó la cabeza.

— Esta no eres tú — murmuré.

— Gracias por no rechazarme — me sonrió.

— No. ¡No dejaré que se te acerquen! — miré al anciano — comprendo que nuestras reglas son sagradas. Pero debe haber una forma de arreglar esto sin tener que derramar sangre.

El anciano me miró por un largo rato en silencio, miró a los demás, y luego miro a Kaila, quién inconscientemente se había apoyado sobre mí.

— Alfas — dijo el anciano — síganme.
Con dificultad, el anciano se levantó y comenzó a caminar alejándose de nosotros con los alfas detrás de él. Miré a Torel de forma suplicante, y éste siguió al anciano.

— ¿En dónde está...? — preguntó Kaila en voz bajísima.

— Se marchó esta tarde rumbo a las montañas. No sé cuando volveremos a verlo.

— Seguramente yo ya no lo veré...

— No digas eso... — me eché lentamente para que ella bajara conmigo, y comencé a limpiar sus heridas. — estoy seguro de que hay una mejor manera de arreglar esto.

— Al fin y al cabo no quería pertenecer a esa manada...

— ¿Cómo se enteró...?

— Alguien más se lo dijo...

— Breogan... — supuse.

Entre lobos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora