¿Para qué los enemigos, si ya tengo muchos amigos?
"No tengas miedo de morder la fruta prohibida"
No podía respirar.
No podía moverme.
Mi cuerpo estaba atrapado, respiraciones calientes estaban a cada lado de mí, parpadeé permitiendo que mis ojos se ajustaran a la luz de la habitación y como pude, giré mi cabeza hacia la derecha, Sabrina tenía los ojos cerrados soltando respiraciones lentas que chocaban contra mi rostro.
Giré mi cabeza a la izquierda y me encontré de frente con el rostro de Damián.
¿En qué momento Damián entró a mi habitación y se acostó con nosotras en la cama?
Estaba atrapada entre los cuerpos de Damián y Sabrina y mi cama no era ni de cerca, tan grande como la de Santos. Intenté moverme pero Sabrina tenía su mano en mi estómago y Damián tenía una de las suyas encima de la mano de mi amiga, esta escena eran tan mal pensable que no tenía incluso palabras para describirlas.
Me levanté de la cama sin molestarme en ser discreta pero ninguno de los dos se inmutó, ¿Todos en esta casa tenían un sueño pesado?
Me estiré una vez de pie y los huesos en mi espalda tronaron por la mala posición en la que había dormido, mi garganta estaba tan seca como el desierto del Sahara. Salí de mi habitación para ir por un vaso de agua, dejando a Sabrina y Damián dormir en mi cama solitos. En los sofás de la sala, estaban Francisco, Diego y Rodrigo durmiendo tan cómodamente como si estuvieran en una hamaca a orillas de la playa.
En la cocina, Lisa ya estaba despierta, vistiendo una enorme camisa de mi hermano y haciendo una masa de panquecas en un bol.
—¿Si te das cuenta que tenemos que hacer desayuno para un ejército?
Lisa giró hacia mí, tenía bolsas debajo de sus ojos por la falta de sueño y el trasnocho y si ella lucia así de mal solo me quedaba imaginar como debía de lucir yo.
—Buenos días, Tati.
—¿Qué hora es? —pregunté sentándome en un taburete de la barra de la cocina
—Las once de la mañana pero me rehúso a hacer almuerzo.
—Almorcemos panquecas y a quien no le guste que se joda.
—¿Quién se va a joder? —Sandra entró en la cocina siguiendo la moda de Lisa, solo que su enorme camisa pertenecía a Santos.
Y yo sabía qué ropa era de cada quien porque, al igual que hurgaba en sus perfumes para olerlos, también chismoseaba en sus armarios para robarles camisas que sirvan como pijama para mí.
Y no. Ya establecí que no estoy loca. No era mi culpa que la ropa de hombre fuese diez veces más cómoda que la ropa de mujeres, es más, estaba segura de que una vez incluso, le robé una camisa a Alfredo. No me sentía en lo absoluto avergonzada por eso.
Aparté mi mirada de ella porque verla con la ropa de Santos y su aspecto de recién levantada me recordaba a su expresión antes de hincarle el diente a Santos para morderlo.
Y al trasero desnudo de Santos.
Y su musculosa espalda marcada y sudada.
Y sus gemidos.
Mentalmente, recé diez padres nuestros y un avemaría.
Por favor, Chuito no me castigues.
—Los que no quieran comer panquecas de almuerzo —respondió Lisa, colocando la única sartén que no había sido dañada por Santos en la hornilla.
ESTÁS LEYENDO
Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️
ChickLitSamantha Vilchez nunca ha estado enamorada, ella ansia y desea tener un amor de cuentos de hadas. Saber qué se siente eso que todos llaman amor Y luego, Samantha lo ve a él. Antonio De Rossi, el chico misterioso que parece sacado de la mitología rom...