Por las personas que solo dan alegría al irse.
"Amarte a ti, es un veneno que da vida"
ANTONIO DE ROSSI
LUNES 4:20 pm
Hace mucho tiempo que la palabra esperanza no entraba en mi vocabulario. Hace mucho tiempo dejé de creer en las cosas que nos hacen creer de niño.
Hace un tiempo, la realidad se estrelló contra mí, me obligué a ver el mundo por lo que era. Perdí las únicas cosas que eran importantes para mí y con eso se fueron las fantasías y las ilusiones.
Hacia un tiempo que no creía en nada. Ni siquiera en mí.
Y entonces llegó una chica menuda, de piel morena, delgada y bajita, algo torpe y sin gracia pero horriblemente graciosa, con un lunar que me parecía adorable en su mandíbula pero que ella odiaba y ocultaba, con su cuento de la mordedura de un mono que llevaba mí mismo nombre.
Y luego apareció otra vez. Y otra vez. Y una vez más. Apareció tantas veces que fue imposible no notarla. Y siempre era igual. Tímida pero valiente. Graciosa pero avergonzada. Y lo que hizo que me fijara en ella quizá no era las diez veces que tropezó conmigo ni cuando casi me rompió el teléfono, ni la mordedura del mono de su abuela. Fue su mirada, porque la chica no me conocía y aun así, ella me miraba como si me quisiera
Y era una mirada tan inocente que decidí que quería saber más de ella.
Y entonces la chica empezó a hablarme de un Dios en el que hace tiempo había dejado de creer, me habló del silencio y de la esperanza. La chica me habló de la fe.
Y aunque hace mucho tiempo había decidido olvidar esas fantasías, de pronto, escucharla con tanta convicción, me hizo querer empezar a creer. Otra vez.
Ella era honesta y sincera. Su mirada no ocultaba segundas intenciones y eso me transmitía paz. Y para mí ella empezó a significar un punto de paz entre tanta tormenta, pero entonces, cuando empezaba a recitar las mismas palabras que otra voz antes me susurraba, la paz se convertía en un remolino que alborotaba la tormenta.
Y por más que yo quería o intentara dejarlo pasar. A veces hay cosas que no se podían superar.
La dejé entrar a ese apartamento que no era en absoluto un hogar pero que con ella dentro, por un efímero momento, empezó a sentirse como uno. Y después hice que se fuera por imbécil y con su partida, esas paredes se volvieron más frías.
Porque aunque en ese momento no me di cuenta, era agradable entrar y saber que había alguien esperando por ti. Que te preguntara como estaba tu día, alguien con quien cocinar y platicar pero el cambio fue tan brusco y de pronto que me asustó. Y en vez de pasar más tiempo con ella como tuve que haber hecho, yo solo no lo vi, ni lo aprecié
Incluso teniéndola en mi cama, en mis sabanas, había decidido dormir en el sofá una vez.
Ella me había dado mucho y lastimosamente, yo no le di nada.
Y le arruiné todo eso en lo que ella creía, sus ilusiones, su primer amor, su amor ciego, su confianza en mí y lo hice yo solito y a pulso. Pero estaba intentando reparar el daño que había hecho.
No creía en el amor, no creía que alguien pudiese quererme cuando ni siquiera mis padres me quisieron, pero, de nuevo, ella me había dicho que me amaba, con tanta seguridad, con tanta firmeza que, ¿por qué no iba a creerle?
Si una persona con el corazón tan bondadoso como el de ella podía sentir afecto por una persona como yo, quizá, no todo en mí estaba perdido, quizá yo podía volver a creer en el amor, volver a dejar que alguien se acercase a mí.
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Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️
Romanzi rosa / ChickLitSamantha Vilchez nunca ha estado enamorada, ella ansia y desea tener un amor de cuentos de hadas. Saber qué se siente eso que todos llaman amor Y luego, Samantha lo ve a él. Antonio De Rossi, el chico misterioso que parece sacado de la mitología rom...