Cuando el gato se va, los ratones hacen fiesta
"Cuando te besé
Sentí que toqué el cielo"
No me di cuenta que Antonio detuvo el carro, miré por las ventanas, nos encontrábamos afuera de la Quinta de Alonso. ¿Por qué no lo había notado?
Pues porque estaba muy inmersa en mi confesión amorosa, ¿Acababa de hacer una confesión amorosa, cierto?
¿Cieeerto?
Pues yo creía que sí, pero el inexpresivo rostro de Antonio me hacía entrever que no. O el querubín era medio tonto para las indirectas, o no me había escuchado o simplemente estaba haciendo el de oídos sordos y ninguna de esas opciones me gustaba.
Mi querido Dios Romano apagó la camioneta y poniéndose los lentes se bajó del auto, sin decir ni mu, yo hice lo mismo, cuando Antonio se posó a mi lado tuve que alzar mi vista para ver su rostro porque él era igual de alto que Marcos y Santos, entonces su mano se movió y dejando que me derritiera -y no por culpa del sol- Antonio De Rossi tomó mi mano.
Apretó mi mano.
Envolvió mi mano.
Entrelazó nuestros dedos
Y yo desfallecía, desfallecía, desfallecía.
Completando el Knockout, Antonio De Rossi respondió:
—Pues ya me encontraste, Samantha.
Y para mí fue un Te amo tanto como tú a mí.
Caso curioso, la puerta de la casa de Alonso estaba abierta pero suponía que como había una fiesta, la dejaban así, sin embargo no pude evitar preocuparme, mira que uno nunca sabe cuándo a un asaltante se le ocurría dar una vueltilla por la cuadra.
—¿Te gusta mi nombre? —no pude evitar preguntar
—¿Por qué lo preguntas?
—Siempre andas diciendo Samantha, Samantha, Samantha y te digo que creo que eres la única persona que en realidad me llama por mi nombre. Ni siquiera mis padres me dicen Samantha
Antonio se quedó parado en medio de la sala, todavía con los lentes de sol puestos
—¿Te molesta que te llame por tu nombre?
¿Que si me molestaba? Hombre, que en su voz para mí era como mi palabra favorita.
—No, por supuesto que no, tú puedes llamarme Samantha cuantas veces quieras.
Por favor, chuito, permite que este niño no me ponga ningún apodo porque yo podía escucharlo llamarme Samantha mi vida entera
—Es más —agregué— tienes prohibido ponerme apodos. Para ti siempre seré Samantha.
Sus gruesas cejas se alzaron con sorpresa y con su otra mano, la que no sostenía la mía, levantó sus gafas colocándolas en su cabeza permitiendo que sus increíbles e intensos ojos grises me deslumbraran.
Y luego, Antonio De Rossi, sonrió.
Sonrió de verdad y no era ni siquiera una décima de la sonrisa que me regaló el otro día en La Esquina.
Sus dientes grandes y blancos me saludaron, sus labios gruesos se ampliaron, y en sus ojos, leves arrugas se formaron.
Este hombre, dios mío, este hombre debería de ser ilegal. Mi virginidad a su lado estaba peligrando. Con P de Pecado. Y yo iría al infierno por codiciosa y avariciosa.
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Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️
ChickLitSamantha Vilchez nunca ha estado enamorada, ella ansia y desea tener un amor de cuentos de hadas. Saber qué se siente eso que todos llaman amor Y luego, Samantha lo ve a él. Antonio De Rossi, el chico misterioso que parece sacado de la mitología rom...