XLIX. Todo lo que brilla, termina siendo mentira

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Todo lo que brilla, termina siendo mentira


"Me rompiste el corazón

sin sentido y sin razón"

Tenía la misma ropa de hace un rato. Camisa blanca que resaltaba su piel bronceada, pantalones ajustados negros, adidas rojas, un reloj negro que brillaba en su muñeca. Su pelo corto ahora, se lo había rapado al estilo militar y joder si eso no marcaba sus facciones varoniles. Sus ojos se desplazaron por toda mi habitación tomándose su tiempo en analizar cada detalle mientras yo me quedaba como una imbécil mirándolo.

— Tu habitación es bonita. Me gusta.

Parpadeé. Otra vez. Una vez más... Sí, él seguía aquí.

Caminó, adentrándose y se quedó parado al lado de mi escritorio

—¿Esta eras tú de niña? —tomó una foto en la que yo salía disfrazada de Minnie mouse a los cuatro años— Que tierna.

Miré hacia el techo

¿Diosito?

Bajé la vista. En efecto, Antonio no había desaparecido.

Antonio se sentó en mi cama entonces. Con toda la confianza, toda la seguridad del mundo y yo solo pude mirarlo en medio de un trance. Él se estiró y cuando estuvo a punto de tomar a Polo reaccioné, salté hacia la cama, recuperé a Polo y luego volví a saltar hacia el otro lado de la cama lejos de él como una tortuga ninja.

Antonio se levantó de mi cama y miró hacia mi perplejo

—Estas muy agresiva últimamente, ¿No crees?

—No me has conocido agresiva —y para el caso, yo tampoco me reconocía.

—No. —Sus ojos me repasaron lentamente quitándome la respiración— pero admito que me gusta verte tan salvaje, bonita camisa, sin embargo prefiero verte con las mías encima.

Mi boca estaba justo ahora como una comiquita. Tirada en el piso

—¿Hablabas en serio hace un rato cuando dijiste que me dejarías estéril? Porque creo recordar que te encantaba esa parte de mí.

Derrame cerebral. Mi cerebro estaba sufriendo de un derrame cerebral.

—¿Que haces aquí? —exigí apretando a Polo a mi pecho

—¿No es obvio? —preguntó alzando las manos como si quisiera señalar algo.

—¿Eh? —yo estaba como la ciudad Atlantis. Perdida.

—Te dije que te volvería a buscar, quiero hablar contigo —respondió como si fuese tan claro como el agua.

—Ay no. —Sacudí mi cabeza— No. No. No. Mira, amiguito, mejor date media vuelta, sales por esa puerta y te vas derechito a un psiquiatra para que trate tu bipolaridad.

Antonio se encogió de hombros y volvió a sentarse en mi cama.

—Fui a un psicólogo una vez pero no funcionó muy bien

—¿No me digas? —murmuré con sarcasmo.

Él se rio. Se. Rio.

Si yo no quisiera tanto a Polo, se lo hubiese tirado por la cabeza.

—¿Quieres ser mi psicóloga? —preguntó sonriendo hacia mí— me gustaría que me analizaras.

El doble sentido se filtró por toda su voz y a mí me daría en cualquier segundo, una aneurisma.

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora