Tira la piedra y rápido, esconde la mano
Dime cómo hacer para lograr
El poderte un día, enamorar
—¡Niña! —el señor José, el vigilante de nuestro edificio, llamó en cuanto entré con Sabrina.
¿Sabes ese escaso número de personas a las cuales le puedes notar la absoluta alegría que sienten por verte? Con una sonrisa completamente genuina y una calidez en los ojos que te hacen sentir querido. El señor José era una de esas personas.
Era tan sincero, cálido y espontaneo, que difícilmente podías estar triste o enojado después de unos segundos hablando con él.
—¿Cómo le fue hoy? –preguntó saliendo de su casilla con un envase en la mano.
—Muy bien, señor José, gracias por preguntar.
— ¿Y tú, niña, también eres parte del clan Vilkartiz?
Sabrina rio, dejándose envolver por la alegría que emitía nuestro vigilante.
—Sí —respondí— pero ella es parte de mi adquisición.
El señor José fue el autor intelectual del nombre, al unir el apellido de Marcos, Vílchez, con el de Santos, Sankartiz, debido a la amistad tan estrecha que ellos dos conservan, desde entonces nuestro apartamento era considerado la Fraternidad Vilkartiz pero ahora que yo me mudé, se debería de cambiar a Hermandad. Todos en el edificio nos llamaban así e incluso, la gente en la universidad lo hacía.
Lo único que nos faltaba era un cartel de madera, con un grabado de algún símbolo griego y el nombre Vilkartiz en él, porque el punto de casa siempre llena, ya lo teníamos, eran muy pocas las veces en las que nuestro apartamento estaba vacío, lo cual era sumamente frustrante porque eso me obligaba a andar siempre con sostén dentro de la casa. Por supuesto, los hombres no tenían ni idea de lo horrible que es andar con sostén todo el puto día.
—Permítame decirle, señorita, que es usted una muy linda adquisición para ver de parte de este humilde servidor. —Hizo una especie de reverencia y luego extendió el envase en su mano hacia nosotras— Esta mañana me desperté muy temprano y me fui al mercado, anoche con mi hijo Juancito bajamos unas deliciosas mangas de la mata, logramos llenar un tobo entero y ¿pueden ustedes creer, que me cambiaron un tobo de mangos por una caja de sardinas? Regresé a mi casa y las limpié y luego las guisé e hice unas empanaditas para traérselas a ustedes y que las probaran, prueben, prueben.
Yo no tenía hambre y Sabrina menos pero la emoción del Señor José era tal que estaba segura que le romperíamos el corazón si lo rechazábamos. Compartí una mirada con Sabrina, dándole a entender que no podíamos negarnos.
Para nuestra sorpresa, las empanadas en realidad sabían bastante bien, ni siquiera sabían a pescado.
—No sabe a pescado —se sorprendió Sabrina y el Señor José parecía a punto de empezar a aplaudir.
—¿Verdad que no? Corté el pescado en pedazos muy, muy pequeños y lo guisé con papás y zanahoria y especias. Tomen, tomen —nos tendió el pequeño envase con las demás empanadas— Para los niños Vilkartiz, les dices que después me hagan saber que les pareció. ¿Sabes cuándo viene tu papá? Prometí hacerle unas empandas también cuando viniera, así que todavía no le digas que ustedes las probaron primero.
Parpadeé intentando seguirle el ritmo porque el portero hablaba bastante y muy rápido.
—Todavía no sé cuándo vengan pero se lo haré saber.
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Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️
Chick-LitSamantha Vilchez nunca ha estado enamorada, ella ansia y desea tener un amor de cuentos de hadas. Saber qué se siente eso que todos llaman amor Y luego, Samantha lo ve a él. Antonio De Rossi, el chico misterioso que parece sacado de la mitología rom...