IV. Camarón que se queda despierto, vence la corriente

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Camaron que se queda despierto, vence la corriente


Prefiero yo morir de amor,

A que el amor me falte.


— Se llama Antonio De Rossi Vangi. Tiene dos mil seguidores en Instagram y todas sus fotos son en la playa, surfeando, pescando o en yates. Sin rastro de novia por ningún lado. —Me giré hacia Sabrina, sorprendida por sus habilidades de stalker— La única foto acompañado es con un tal Alonso Villarroel, que también va a nuestra universidad y está papito mi amor con te quiero. También tiene una con otros dos chicos y dice Los H.

Sabrina alzó su teléfono enseñándome una foto con dos de los hombres más hermosos que debía existir en nuestra universidad, la foto era increíblemente nítida, los dos rostros veían hacia nosotras con expresiones serias, labios juntos sin sonreír, quijadas delineadas por el dios de las quijadas, ambos con gorras de béisbol hacia atrás, Antonio dejaba caer su brazo sobre el hombro de Alonso, demarcando que quizá era su mejor amigo.

Esa foto era equiparable a una imagen de Chris Evans con Chris Hemsworth, es decir, un completo aguaguarapo.

Así que mi Dios Griego, era en realidad un Dios Romano.

— También seguí a Alonso, sus cuentas son privadas pero me aceptaron de la cuenta de los brazaletes.

Sabrina tenía un emprendimiento con su mamá, las dos confeccionaban pulseras, brazaletes, en su mayoría masculinas, tejidas a mano con dijes de metal que ellas mismas diseñaban, se llamaban Brazyou y tenían muchísimos seguidores.

Sin rastro de novia por ningún lado. Mi corazón dio un salto inconscientemente antes de recordar que yo sería recordada por siempre como la loca con la mordedura del mono, después de la vergüenza que pasé con él dudaba mucho de que él....

¡BUM!

Un segundo estaba hablando y caminando por el centro comercial y un segundo después estaba chocando contra una pared

— Mierda — la pared habló luego de que un objeto volara hasta el piso haciendo un feo sonido

Mi mandíbula ardió por el dolor debido a que, por supuesto, me golpeé en el mismo lado en el que Marcos me  lastimó en la mañana, si antes el golpe era de un feo color morado, ahora mismo debía estar tan negro como las cloacas de la ciudad.

Alcé mi vista hacia el chico/pared con el que  tropecé, aun con mi mano en la mandíbula dispuesta a exigirle una disculpa justo cuando el chico se  enderezó luego de recoger su teléfono del suelo y todas mis estúpidas palabras desaparecieron...

Era él.

Era él otra vez

¿Cuáles eran las posibilidades?

Era el destino. Definitivo, el destino.

Él apartó la atención de su teléfono y me miró por una milésima de segundo antes de observar mi mandíbula.

Dejé de respirar, Sabrina a mi lado, dejó de respirar también

— ¿Todo bien? —preguntó antes de observar su celular y continuar con su camino. 

Ni siquiera  esperó por una respuesta de mi parte. Que imbécil

Que hermoso imbécil

— Antonio —Su nombre escapó de mi boca sin poder pensar en lo que estaba haciendo.

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora