L. El que duerme, siempre gana

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El que duerme siempre gana

"Tu amor fugaz, que a veces duele, a veces mata"

DOMINGO. 7AM

Samantha.



—No...pued...do...más —jaspeé apoyando las manos en mis rodillas para poder respirar. Mi corazón latía a mil por hora y la respiración se me estaba atascando en las vías respiratorias.

—¿Como que no? Pero si apenas estamos comenzando, Pioja —Santos a unos buenos diez pasos de mí dejó de trotar

¿En qué momento yo había accedido a trotar con él un domingo en la mañana a las siete de la mañana?

Ah cierto. Puto Antonio. Puto. Esto era su culpa

Apenas había podido pegar el ojo en toda la noche, primero por la música porque la fiesta había acabado a las seis de la mañana. Sí. A las seis y lo sabía porque claro está, no había dormido nada por, otra vez, culpa de Antonio.

Puto Antonio. Puto

Y cuando por fin había logrado conciliar el sueño luego de que los gritos se acabaran, Santos me despertó y me obligó. Del verbo obligar con O de Odioso, a levantarme de la cama.

Estaba segura de que él ni siquiera había pegado el ojo tampoco, cuando le pregunté sobre eso solo respondió un "el que se duerme pierde" y después de sacar de mi closet mi ropa deportiva y lanzármela en los brazos, me empujó hasta mi cuarto de baño para que me cambiara.

Y hacía calor. El sol estaba resplandeciente y los 37° Centígrados solo servían para hacerme sudar como un plátano frito. Ni siquiera había brisa marina hoy. Santos frente a mi estaba incluso más sudado que yo pero vaya, que el sudor a él le sentaba de maravilla.

Que mierda.

—No me tortures. Regresemos a casa

Cuando una sombra acogedora cayó en mí supe que Santos se había acercado

—¿Qué le pasó a tu mano? Tienes los nudillos rojos.

Otra vez. Puto Antonio. Puto. Ese golpe me había hecho más daño físico a mí que a él pero me había enaltecido la dignidad y yo no era de las que pensaba que apunto de golpes se solucionaban las cosas pero hombre que a veces...

—Golpeé a un animal.

—¿Qué?

—Nada. Mejor paremos.

—Bueno, bueno, te lo perdono porque tienes a tu amiga la roja. Hagamos una última carrera, quien llegue de último al quiosco cuesta abajo compra los jugos.

No quería ni empezar a decirle que no tenía a mi querida amiga pero el sol calcinándome me quitaba las ganas de todo y me sudaban hasta los senos.... Y hablando de amigas, Sabrina me debía una conversación. Estaba tan decepcionada de ella y de Damián, jamás pensé que pudieran hacerle eso a Santos. Sobre todo estaba mosqueada con Damián, Santos era su mejor amigo, como su hermano y él ya había pasado de primera mano lo horrible que era enterarse de que la persona con la que estas creando una relación te engañaba con otra.

Quería halarlos de las orejas a todos.

—Lamento decepcionarte pero no estoy corriendo a ninguna parte. Mejor caminemos ¿Si? —me enderecé al comprobar que ya no tenía indicio de sufrir de una infarto y empecé a girarme pero Santos me tomó por las piernas, alzándome en el aire y colgándome de su hombro como si yo fuese un saco

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora