En el Mar, la vida es mas sabrosa
"¿A quién piensas que vas a engañar?
Sabes bien que eres mi otra mitad"
Amaba los viernes.
Los viernes no tenía clase, los viernes eran mi día libre y si yo no fuese una mujer de sesenta atrapada en el cuerpo de una joven de dieciocho, los viernes pudiera dormir hasta el mediodía, sin embargo, no importaba que tan tarde me durmiera, siempre acababa despertándome a las siete.
Salí de mi habitación amarrando mi cabello en una pinza y caminé hacia la cocina con mi pijama de Harry Potter, cuando llegué, las voces de una discusión llegó hasta mis oídos.
—Coño Droga, solo tenías una labor, una sola labor -reconocí esa voz como la de Rodrigo
—Yo copié bien la clase, habrá sido el profesor que se equivocó —esa voz lenta y arrastrada que parecía pedirle permiso a una palabra para pronunciar la otra pertenecía a Francisco.
Entré a la cocina, distinguiendo a Rodrigo, Francisco y Alfredo acaparando la mesa redonda de la cocina con un montón de hojas, libros y tres calculadoras.
—Buenos días —saludé quedándome a unos pasos de ellos
—Buenos días, princesa —saludaron al mismo tiempo
—¡Congelados! —gritó el Negro con diversión. Ambos, Francisco y Alfredo hicieron un gesto, ignorándolo.
—¿Que hacen?
—Tenemos examen a las cinco —explicó mi gordo hermoso
—Sí, estamos estudiando así que por favor, no nos molestes —el Negro regresó su concentración a su cuaderno.
—¿Si sabrás que estas en mi casa, no?
—¿Y? —Rodrigo ni se inmutó a levantar la mirada.
—Oye, princesa -Francisco giró hacía mí— ¿Puedes darme un poco de agua caliente, por favor? Es hora de tomarme mi mate
—¿No es muy temprano para un Mate? —Francisco de verdad tenía una obsesión con ese té.
El aludido hizo un gesto de ofensa
—Un Mate cae bien a la hora que sea.
Alfredo, en desacuerdo soltó un resoplido
—Ni siquiera sé cómo te pueden gustar esas hierbas asquerosas. Son demasiado agrias
Francisco se giró hacia él cómo si le hubiese pegado un tiro
—Mira gordo de mierda, nadie pidió tu opinión.
En otra personas eso quizá hubiese sonado como un insulto pero en nosotros, los insultos entraban en el orden número uno de cosas a las que atenerse. Nadie se molestaba y si lo hacías, más te fastidiaban.
Alfredo lanzó un beso en su dirección y Francisco fingió sonrojarse.
—¡Princesa! —el Negro gritó atrayendo nuestra atención— ¡No tienes sostén!
Cuatro pares de ojos se posaron en mis pechos, mis pechos eran de tamaño normal, ni tan grandes, ni tan pequeños pero en mi camisa oscura se podía notar fácilmente que no llevaba un sujetador puesto.
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Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️
ChickLitSamantha Vilchez nunca ha estado enamorada, ella ansia y desea tener un amor de cuentos de hadas. Saber qué se siente eso que todos llaman amor Y luego, Samantha lo ve a él. Antonio De Rossi, el chico misterioso que parece sacado de la mitología rom...