XL. Los ladrones juegan por su condición

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Los ladrones juegan por su condición


"Andan diciendo que debo tener cuidado

que rompes corazones."


Miré hacia la niña que parecía tan contenta como solo los niños podían ser, la mujer me miró con curiosidad

—Mucho gusto, soy Fiona —me sonrió débilmente cuando se dio cuenta que Antonio no estaba haciendo ningún movimiento por presentarnos y extendió su mano. Su piel era suave, Fiona lucia joven, como si estuviese a mediados de sus treinta.

Miré hacia Antonio, y si antes él había lucido nervioso, desde que llegó la señora Fiona, él parecía querer irse enseguida. Su postura era tiesa y su mandíbula estaba apretada.

—Soy Samantha.

—Disculpa nuestra descortesía —habló Muma— pero no esperábamos que Antonio viniera o que trajera una compañía pero denme unos minutos y les preparo algo de comer y...

—No. —Antonio habló tanjantemente— No hace falta Muma, gracias pero ya nos vamos.

—¿Tan pronto? —Muma lució descorazonada

—No tienes que irte —Fiona habló— esta es tu casa y nos hace muy feliz que estés devuelta

—No regresé —Antonio respondió— solo vine de visita.

—¿Te irás? —la voz de Lucero se hizo chiquita y un puchero apareció en sus labios— Pero tienes que ver mi corona y papi me trajo una muñeca, Toto, se llama Titi, como tú.

Otra vez, el rostro de Antonio se suavizó y se agachó para estar a la altura de su hermana

—Tengo que ir a clases Lulú pero prometo que iremos a la playa este fin de semana ¿Si?

—¡Sí! —los ojitos de la niña se emocionaron con ilusión— Mami, ¿Puedo ir a a playa con Toto? ¿Puedo?

—Si, claro que puedes

Antonio depositó un beso en su frente y le dió otro abrazo.

—Te quiero, mi Lucero—dijo antes de levantarse

—Yo te quiero más que a mis muñecas —Lulú rió

—¿Pensabas irte sin saludar a tu padre? —una voz, muy parecida a la de Antonio vino detrás de mí y me giré para ver a un hombre tan apuesto y alto que tuve que alzar mi cabeza para mirar su rostro.

Este señor era Antonio con treinta años más. La única diferencia que encontré entre ambos eran las arrugas y las suaves canas del hombre.

El aire se llenó de tanta tensión que me sentí extraña porque si había algo que odiaba a muerte era verme inmiscuida en los problemas familiares de otras personas y por el aire que se respiraba no tenía ninguna duda que Antonio y su padre no se la llevaban bien.

Pero Antonio había dicho que no tenía padres.

Miré hacia Antonio y su expresión era tan estoica como indescifrable pero sus ojos, en sus ojos estaba la verdad que lo consumía.

—Papi —Lucero rompió con la tensión en el aire y corrió hacia el señor— Toto vino Papi. Toto vino a casa

—Sí, princesa. Así que mi hijo decide regresar a casa después de años, ¿A que se debe el honor? —el señor se agachó y alzó a la niña entre sus brazos. Sus ojos se fijaron en mi por primera vez— Oh vaya, ya entiendo

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora