XXVI. Se revuelve el rio y los pescados vuelan

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"Quiero ser el ministerio que gobierne tu misterio"

Tomar fotos siempre sería un escape para mí, la posibilidad de poder capturar un momento para la eternidad era increíblemente maravilloso y fotografiar a las personas en sus instantes más felices era una absoluta fortuna.

Con solo una imagen podías transportarte tanto a lugares felices como a lugares tristes.

Hoy había bastantes personas disfrutando de una mañana soleada en la playa y la luz solar era perfecta para capturar momentos, le tomé foto a todo lo que pude, al resplandor del sol sobre los autos estacionados, al heladero bajo la sombrilla del carrito de helados, a la empanadera bajó el sudor del aceite, a los perros callejeros a la espera de que un bondadoso humano dejara caer su comida, a unos niños intentando construir un castillo de arena, una niña de cabello negro corría por la arena tropezando y riendo a carcajadas, mi cámara capturó su feliz recorrido hasta que llegó a un muchacho que la alzó en brazos y la hizo girar en círculos, padre e hija compartían un momento hermoso con sonrisas tan grandes que hizo que mi corazón se paralizara.

Esa sonrisa.

Alejé mi cámara y miré hacia la niña en brazos del hombre, reconociéndolo.

Parpadeé pensando que quizá, la luz del sol estaba cegándome y luego volví a enfocar mi cámara en el rostro del hombre en el preciso instante en el que besó la mejilla de la niña, la niña debía de tener menos de dos años, los ojos grises de ambos resplandecieron como dos focos contra el lente de mi cámara profesional. Los dos eran increíblemente parecidos.

Di un paso atrás sin poder creer lo que mis ojos veían, sin poder creer la felicidad que había en el rostro del hombre.

Sin poder creer que Antonio De Rossi, el chico del que estaba irremediablemente enamorada, tenía una hija.

Caminé por varias cuadras, con la imagen de ellos dos en mi cabeza, intentando pensar con claridad, si yo hubiese sido más valiente probablemente me hubiese acercado hasta él, nosotros dos estábamos saliendo, yo tenía todo el derecho de haberme acercado pero no pude, me había quedado estática porque yo nunca había visto a Antonio lucir así, no conmigo y ni siquiera cuando estaba con sus amigos, era como si esa niña fuese la fuente de toda su luz.

¿Quién era esa niña?

Llegué hasta la plaza en la que solía sentarme después de trotar y me acerqué a un banquillo, bajo la sombra de un árbol me dispuse a observas las imágenes otra vez, dando tanto zoom del que era capaz, en una de las fotos sus dos rostros estaban juntos permitiéndome vislumbrar lo parecido de sus rasgos, tenían el mismo color de pelo, misma nariz fina, mismo color de ojos e incluso sus sonrisas se parecían.

Era innegable que eran familia pero Antonio me había dicho que no tenía hermanos, entonces no podía ser ni su hermana, ni su sobrina, quizá era una prima pero ¿podía una prima parecerse tanto a él? La niña era como una versión mujer de él, además, él también me había dicho que no tenía familiares aquí.

¿Antonio me había mentido?

Suspiré. Pues bien Samantha Vílchez, ahora tenías una misión.

La loca, la intensa, la acosadora y ahora, la espía.

Cuando se trataba de Antonio yo podía ser multifacética.

—Pequeña ave 

Alcé mi vista para ver a la Loca de los Pájaros sentarse a mi lado, después de aquel primer encuentro hace unas semanas me había encontrado un par de veces más con ella y habíamos establecido una especie de extraña de amistad.

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora