XLIV. Para adivino Dios y para Pendeja yo

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Para adivino Dios y para Pendeja yo



"Creí en tu intención
No pensé que fuese un engaño
Ni una mentira tu amor"


—Oigan —todos nos quedamos en silencio esperando a que Droga continuara pero él pareció desenfocado, un instante después, su atención regresó a nosotros— ¿Y si hacemos Happy Brownies?

Los adultos se habían ido hace una hora y como cada fin de semana, la fraternidad entera estaba aquí porque por supuesto, ellos parecían no tener su propia casa. Y yo había extrañado estas tarde de no hacer nada junto a los chicos.

—Olvídalo —Alfredo sacudió su cabeza— la última vez que hiciste eso corriste desnudo por la playa y casi te meten preso.

—Tuvimos que pagarle a la policía para que...

El timbre sonó y salí de la cocina para abrir la puerta dejando de escuchar lo que el Gago decía. Sabrina aguardaba detrás con un paquete de helado de tres sabores. Esta chica sabía qué era justo lo que yo necesitaba

—Hola —compartimos un abrazo para nada incómodo y luego pasó. Yo estaba aliviada de que su actitud no hubiese cambiado luego de haberle contado lo de Santos.

—¡Llegó la Bruja! —Damián gritó detrás de mí— en qué viniste. ¿En la Nimbus 2000 o en la Saeta de Fuego?

—¿Y a ti que te importa?

—Solo decía porque ya sabes, yo tengo una mejor escoba que te puede hacer volar.

Sabrina parpadeó y para mi sorpresa ella pareció haberse quedado sin palabras.

—Por mí, puedes meterte tu escoba por el fundillo. —reaccionó

—¿A quién tengo que meterle qué? —Rodrigo gritó y no pude evitar soltar una risa

—¿Oye Brujita ?¿por qué tan arisca? ¿Te hace falta sexo?

—Sí ¿te estas ofreciendo?

Esta vez, fue Damián quien se quedó completamente mudo, su boca se abrió, se volvió a cerrar y antes de que pudiera decir algo, Rodrigo apareció corriendo por el pasillo

—Yo me ofrezco, yo me ofrezco ¡Vámonos al baño!

Sabrina sonrió ampliamente, caminó hacia el negro, le dio un beso en la mejilla y acto seguido le guiñó un ojo completamente seductora

—Gracias Negrito, más tarde te busco. —miró a Damián de arriba abajo e hizo una mueca— Perro que ladra no muerde— Tomó mi mano y me guió hasta mi habitación dejando atrás a unos sorprendidos Damián y Rodrigo.

Sabrina era la nueva reina de los animales.

O eso pensaba porque cuando Santos apareció saliendo de su habitación con sus pantalones de pijama y sin camisa, ella de pronto, estaba completamente nerviosa.

Sí, Sabrina, nerviosa.

Y yo hice un esfuerzo de maravilla fingiendo que no quería repasar el cuerpo de Santos de arriba abajo y quedarme babeando sobre sus entradas en su cadera.

—Sabrinita la brujita. —Santos se acercó a ella y plantó un beso en su mejilla— ¿Me trajiste helado? Que linda eres, gracias

—Es mío —gruñí— así que aléjate.

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora