XXXIV. En Guerra avisada mueren los mejores soldados

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En Guerra avisada mueren los mejores soldados


"Te siento tan distante y tan cerca a la vez.
Descifrando, tu silencio".


Me fui de ahí lo más pronto posible, llamé a Sabrina, la esperé afuera y sin despedirme de nadie, me fui con ella en cuanto llegó por mí.

Sabrina no dijo nada ni hizo preguntas, y se lo agradecí, me sentía tan humillada y usada.

Darle en la madre al Marquitos.

Los Vilkartiz habían tenido razón. Marcos había tenido razón y yo no había querido escuchar. Yo había preferido creer y apostar por Antonio y justo ahora, estaba conociendo lo que se sentía tener un corazón roto.

Le tomó una hora darse cuenta que ya no estaba en la casa de Alonso. Le tomó una hora llamarme y enviarme mensajes.

Samantha, ¿Dónde estás?

Nadie te ha visto, estoy preocupado.

Samantha, contesta el teléfono.

¿Por qué te fuiste sin decirme?

Solo le respondí en un mensaje cuando empezó a escribirle a Sabrina y advirtió con ir hasta mi casa.

—¿Te acompaño? —Preguntó Sabrina cuando salimos de clases al día siguiente— Te ayudo a recoger tus cosas y nos vamos. Mira, puedes quedarte en mi casa si quieres pero creo que lo mejor es que regreses a la tuya. Santos y Marcos no están ahí ahorita

Parpadeé hacia ella

—¿Como sabes que ellos no están en casa?

—Santos me lo dijo —comentó mientras estacionaba afuera del conjunto residencial de Antonio—. Fueron a casa de Rodrigo.

Asentí y tomé un respiro profundo sin saber como iba a enfrentar a Antonio, él no había seguido enviándome mensajes y supuse que estaba dormido.

—Gracias pero es mejor que suba sola. Vete a tu casa

Entré al edificio gracias a una señora que venía entrando también y toqué el timbre en cuanto estuve afuera. La bilis subía y bajaba por mi garganta, tenia que buscar mis cosas y quería mirarlo a los ojos y que me confirmara que sí.

Que todo este tiempo había salido conmigo para joder a mi hermano.

Esperé unos segundos y no abría

Toqué otra vez y esperé. ¿Alonso estaría aquí almorzando como los días anteriores?

Inhala exhala, Samantha.

Cuatro segundos después, la puerta se abrió.

—Vaya, hasta que apareces —Antonio saludó.

Tenía una camisa negra, y pensé que quizá, esta era la primera vez que lo veía con una camisa de ese color, la venda estaba en su rodilla otra vez, sus pies estaban descalzos, su mejilla derecha estaba roja por el golpe que Santos le había dado y sus ojos estaban levemente rojizos.

Firme, Samantha, firme.

¿Jugaste conmigo todo este tiempo, Antonio?

Entré al apartamento pasándolo a un lado y caminé hacia la segunda habitación donde estaba mi maleta

—No pensé que te fueras a preocupar.

— ¿Por qué no me iba a preocupar si te fuiste a mitad de la noche sin decirle a nadie? ¿Qué clase de persona crees que soy? He estado todo el maldito día esperando a que vengas.

Enloqueciendo con los Vilkartiz✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora