Capítulo 6

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Una ansiedad devoradora sería el sentimiento exacto que recorrió el cuerpo de Olivia al entrar al Hotel Hilton. Ni la majestuosidad del hall de entrada al lujoso hotel, ni la sensación de ostentación que allí se respiraba, fueron capaces de refrenar su impaciencia, no podía esperar más, quería tener a Marina ante sus ojos.

Necesitaba mirar su rostro, quería experimentar esa deliciosa sensación de saber que era absolutamente de su propiedad. Que sería suya.

Impecablemente envuelta en un vestido de gasa negra de Valentino, que caía en forma irregular por debajo de sus rodillas, Olivia caminaba con su acostumbrada elegancia, siendo totalmente consciente de que todas las miradas se posaban en ella como atraídas por un imán.

Paula, su secretaria personal, la seguía cual perro faldero. Vestida con un traje de pantalón y chaqueta de raso negro Channel, sin nada debajo más que su piel, llevaba como único complemento su inseparable carpeta en la mano, en donde seguramente hacía las anotaciones y los pedidos que Olivia le iba dictando.

Cuando llegaron al salón de fiestas del hotel, en donde la revista Maxin, una de las más importantes de moda, celebraba el comienzo de la nueva temporada, cada uno de los miembros directivos de la misma, se acercaron a Olivia para saludarla.

Era más que evidente el respeto que ella inspiraba, porque no solo su impecable apariencia era lo que hacía que cada uno de los presentes se acercara a ella para admirarla, era su trabajo y su subyugante personalidad lo que hacía que los demás cayeran literalmente a sus pies.

Su voz seductora, su mirada penetrante, esa forma de acaparar la atención, como si el resto del mundo dejara de tener importancia. Era única... y ella lo sabía.

Claro, que eso era para los demás, porque ella estaba hecha de otra cosa. Detrás de su fachada perfecta e impecable, había solo una mujer, la que había puesto en marcha un juego demasiado tentador y su ansiedad se hacía insostenible.

Hizo la ronda acostumbrada y casi necesaria por todo el salón, saludando a todos y a cada uno de los presentes. En realidad eran ellos los que se acercaban.

Publicistas, modelos, diseñadores y todo aquel que tuviera que ver con el mundo de la moda se había dado cita esa noche, y casi todos ellos sentían cierta admiración y respeto por Olivia. Era usual que cuando encontraba un nuevo rostro para sacarlo del anonimato, no cesaba en sus intentos hasta lograr tener éxito, sus comentarios siempre eran escuchados y todos sabían que cuando presentaba alguna modelo, era porque estaba segura de su nuevo descubrimiento.

–Olivia–Dijo una voz profunda detrás de ella. Giró para encontrar al dueño de esa voz, aunque ya sabía de quien se trataba antes de darse vuelta para mirarlo.

–Mauricio–Dijo con tono impersonal, saludando con una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Su mayor y principal competidor estaba frente a ella.

Mauricio Robles se acercó a Olivia y le dio un beso en la mejilla, saludándola como si fueran los mejores amigos del mundo. Pero en realidad no lo eran. Era competidores, enemigos se podía decir y eso solo porque compartían las mismas pasiones: el trabajo, la fotografía y las mujeres.

–Estaba seguro de encontrarte en este lugar–Dijo mirándola de arriba abajo, inspeccionando cada centímetro de su cuerpo de forma descarada, solo porque sabía que a Olivia la fastidiaba que la mirara así.

–Y yo realmente esperaba no encontrarte–Respondió Olivia pretendiendo ser divertida, pero Mauricio estaba al tanto de que no lo era.

Él sonrió de todas maneras, aunque fue un movimiento mecánico producido forzadamente por los músculos de su rostro. Mauricio conocía muy bien a la fotógrafa, no solo por ser del mismo ambiente, sino por saber en carne propia que no era la persona más leal que pudiera conocer. Mauricio comprendió demasiado tarde, que en este ambiente no valían las buenas intenciones y ni mucho menos se podía confiar en alguien. La misma Olivia se lo había demostrado hacía un tiempo, robándole en sus narices una idea en la que él venía trabajando desde hacía mucho tiempo. No hubo pruebas concretas al respecto, ninguna con las que él pudiera defenderse, pero él sabía de todas maneras que detrás de ese robo intelectual que había sufrido, estaban las manos de Olivia.

Había sido un trabajo limpio y por supuesto con ninguna evidencia de que ella hubiera estado involucrada. Pero cuando quiso contactar con un cliente muy importante a nivel internacional, con el que había trabajado en anteriores ocasiones y con el que había estado en tratativas para su nuevo proyecto, ese mismo cliente le informó que por razones contractuales y económicas, ya habían contratado otro estudio fotográfico de su conveniencia. Supo que una mano negra se había cernido sobre él de manera inescrupulosa. Y después de unos días con gran frustración y confusión, para él y mucho más para su gente, se hizo de público conocimiento que el estudio que había cerrado contrato había sido el de Olivia Giuliani.

Pero sus frustraciones no terminarían ahí, porque después de un tiempo su trabajo se vio plasmado en la campaña publicitaria que el Estudio de Olivia Giuliani había hecho para su cliente. No podía decir que se podían ver en esa campaña publicitaria la totalidad de los detalles en la cual él había estado proyectando por mucho tiempo, pero la idea central estaba allí y era suya, de eso no tenía la menor duda.

Había sido ella, Mauricio no tenía dudas de eso y se juró a si mismo que algún día la descubriría y no solo eso, encontraría la forma de vengarse.

Nunca había sentido odio por nadie, jamás supo lo que era sentir rencor por nadie. Pero desde ese día, toda clase de sentimientos, los peores, los sintió anidar en su corazón e iban dirigidas a una sola persona y se juró a sí mismo, que algún día le pagaría con la misma moneda.

¡Las reglas del juego! Le había dicho Olivia en esa ocasión. Las reglas que desde ese día él puso y rigieron su vida. Las que tuvo que poner en práctica para no dejarse engañar nuevamente.

Mauricio sabía que era muy buena en lo que hacía, pero muchas veces no le quedaba muy en claro como ella lograba siempre estar un paso delante de él. En determinadas ocasiones hasta consideró la posibilidad de que lo estuviera espiando. Pero claro que eso era muy difícil de comprobar.

Pero lo que sí fue fácil para él, desde ese momento, fue vigilar cada uno de sus movimientos. Circulaban en el mismo ambiente, conocían las mismas personas y tenía el dato de que estaba a punto de sorprender al mundo de la moda con una nueva adquisición. Y era ahí en donde pensaba concentrar toda su atención.

–Me gustó mucho tu último trabajo Mauricio, debo reconocer que utilizar la belleza autóctona de nuestro país resultó ser de lo más exitoso en el exterior–Dijo tratando de parecer lo más convincente posible, pero ni ella lo creía, y Mauricio tampoco.

– ¡Oh vamos! ¡Por favor! La gran Olivia Giuliani admirando mi trabajo... no lo creo–Dijo el fotógrafo con una amplia sonrisa.

Olivia lo miró por unos segundos y tuvo que admitir que Mauricio era unos de los hombres más atractivos que conocía. Alto, con un cuerpo escultural, mejor aún que los modelos que solía fotografiar. Sus cabellos negros, un poco largo para su gusto, le daba un aire desfachatado y atrevido, pero su personalidad y sus sentimientos pasaban por sus hermosos ojos azules, que brillaban en este momento de suma diversión.

No pudo evitar reconocer que Mauricio, a pesar de ella misma, había aprendido a jugar este juego y es por eso que se había convertido en su principal rival. Aunque ella se jactaba siempre de llevarle unos pasos de ventaja y no se resistía a la tentación de hacérselo saber.

–Deberías–Contestó sin dudar–No abunda la eficiencia en estos días, es por eso que sos mi único competidor. Deberías saberlo, de lo contrario ya estarías en la ruina.

–Mm... Creo que voy a empezar a creerte. ¿Me equivoco o acabas de reconocer lo bueno que soy?

–No lo dije yo, lo dijiste vos.

–De todas maneras lo tomaré como un cumplido, viniendo de vos mi querida Olivia–Respondió con una sonrisa–Y... ¿Qué hay de nuevo? ¿Alguna adquisición con la cual sorprendernos?–dijo en tono casual.

–Tal vez, todo el mundo sabe que soy una caja de sorpresas–Pero Mauricio ya no la estaba mirando, sus ojos azules estaban fijos en la entrada del salón y cuando Olivia siguió la dirección de su mirada se encontró con la magnífica imagen de Marina Sallinger.


La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora