El jueves a la mañana, cuando el odioso despertador de Marina comenzó a sonar, ella intentó abrir los ojos y tuvo que tomar unos segundos para recordar en qué parte de este planeta estaba.
Ese día iba a ser el más intenso de la semana, con dos sesiones fotográficas en distintos puntos de la ciudad y con un cóctel en el Hilton culminando así su jornada laboral, Marina trató de reunir toda la voluntad posible para salir de la cama y no sucumbir ante el pedido de su cuerpo, que solo le pedía seguir durmiendo. De solo pensar en todo lo que tenía que hacer, le dolió cada uno de los músculos de su hermosa anatomía, que gruñeron al despertador como respuesta cuando la alarma sonó por segunda vez.
Pero por otro lado se alegró de poder estar todo el día ocupada, eso la mantendría alejada de la ansiedad que le causaba tener que esperar hasta el día siguiente para volver a ver a Mauricio.
Eso era la parte más angustiante de todo esto, y estaba absolutamente segura que era lo mismo para él.
Encontró dos mails en su bandeja de entrada cuando regresó desde Mar del Plata. En ellos Mauricio relataba las arduas jornadas de trabajo y de lo mucho que deseaba volver. No le dijo específicamente que la extrañaba, pero Marina pudo leerlo entre líneas. Que le prometiera que haría todo lo que tuviera a su alcance para regresar a Buenos Aires lo antes posible lo confirmaba, y eso era todo lo que le importaba.
Solo eso bastó para que Marina tomara su celular y lo llamara. Escuchar su voz profunda y cálida a la vez, esa voz que había añorado esos días, también la cargó de una energía muy poco común. Y a pesar de que solo fueron unas pocas palabras porque estaba ocupado, Marina pudo notar en el tono de su voz cierta ansiedad contenida, cargada de promesas que Marina estaba segura que cumpliría.
Es por eso que su noche estuvo asaltada por la añoranza, lo que sentían uno por el otro ya era tan intenso, tan maravillosamente inesperado, como lo era la ansiedad de volverse a ver.
Ansiedad que fue suficiente para que Marina encarara con felicidad su día de trabajo.
Un día más en que nuevamente descubrió que trabajar con Olivia era unas de las mejores experiencias que podrían pasarle en su vida profesional.
Era todo un aprendizaje estar al lado de ella, sobre todo cuando Marina fue descubriendo a través de las horas que Olivia era dueña de una generosidad y de un profesionalismo al servicio de los que trabajaban con ella.
Olivia le había dicho que ella tenía éxito sólo porque trabajaba con los mejores, pero Marina sabía que eso era solo la mitad de la verdad, la otra mitad era que ella era la mejor fotógrafa para la que haya trabajado jamás. Y eso no tenía lugar a discusión.
Marina sabía perfectamente que estaba caminando en un terreno espinoso entre su amor y su profesión. Pero justamente fue eso la que la impulsaba cada minuto a seguir hacia adelante.
Y fue ese mismo impulso el que la hizo pasar ese día cargado de tantos sentimientos, los cuales no pudo evitar que afloraran en su rostro.
Esa noche estaba radiante.
Vestida con un celestial vestido blanco de Oscar de la Renta, parecía un ángel. La tela se ceñía a su cuerpo dejando expuestas cada una de sus curvas. El vestido era de corte impecable, la tela de textura suave tenía un brillo satinado que la hacía resplandecer en la noche, pero lo que más relucía en Marina eran sus hermosas e interminables piernas, que la falda corta del vestido dejaba al descubierto. Las sandalias, de tacos imposiblemente altos, producían el efecto de mayor esbeltez a su figura y sus cabellos suaves como la seda, esta noche iban sueltos y rebeldes marcados con ondas suaves, que caían de forma sensual sobre sus hombros y sobre su espalda.
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La traición esta de moda
RomanceNada es lo que parece, sobre todo en el mundo de la moda. Cuando Marina ingreso a ese increíble universo de la mano de la prestigiosa fotógrafa Olivia Giuliani, nada le hizo suponer que su vida cambiaría para siempre . La lealtad y la confianza era...