Capítulo 19

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Capítulo 19

Marina seguía en un sueño del que no quería despertar. Había sido un sueño conocer a Mauricio, un hecho del cual todavía no podía creer que fuera verdad y mucho menos podía creer lo que había sentido cada vez que le había hecho el amor.

Nada era igual para Marina ahora. Todo era tan diferente como si hubiera cambiado de vida, como si esa no fuera su vida.

Era todo muy extraño, pero ella se sintió florecer, como si a partir de conocer a Mauricio hubiera aprendido a respirar... y ya no podría vivir sin él, nunca más.

"Esto es absurdo" Se decía Marina una y otra vez al comprender que lo que la unía a Mauricio no solo era atracción. Era algo mucho más fuerte que el deseo, y tan solo una pregunta atormentaba sus pensamientos, la cual no quería responder.

¿Qué pasaría con ellos después de hoy?

Pero aun así, y a pesar de sus interrogantes más que perturbadores, supo que jamás hubiera querido despertar de ese hermoso sueño, sobre todo cuando llegaron a la isla en donde vivía Mauricio

El muelle construido en una sólida estructura de madera, tenía un banco  que invitaba a estar sentado allí por horas mirando el río. Marina no supo porque se vio en esa situación, se imaginó ahí sentada, meditando o tan solo esperando que Mauricio llegara al final del día. La certeza de haber estado en ese lugar en otro tiempo, la increíble sensación de haber llegado a casa fue tan fuerte como la certeza de la clase de sentimientos que se estaban anidando en su ser.

Eso la hizo sonreír y su corazón dio un vuelco inesperado cuando se dio cuenta que Mauricio la estaba mirando, invitándola a descender de la lancha para subir al muelle.

–Mmm... ¿Y esa sonrisa? Dios, me encantaría saber lo que estás pensando–Preguntó intrigado.

–No creo que quieras saber. Te daría tanto miedo como a mí–Dijo pasando por su lado para comenzar a subir por la escalera que la conduciría al muelle.

Mauricio dejó bien amarrada la lancha y subió detrás de ella con el maletín y otro bolso en su mano que dejó apoyados en el suelo de madera. Se detuvo frente a Marina, cruzó sus brazos sobre su pecho y lo que Marina dedujo casi de inmediato fue, que si no le decía lo que quería escuchar, era muy probable que amanecieran en el muelle.

Ella suspiró y no pudo dejar de contemplar todo a su alrededor. La noche era oscura, estrellada y tranquila. El único sonido que interrumpía esa quietud era el suave repiqueteo que hacía el agua al pegar contra el muelle. Una suave brisa hacía balancear una lámpara, que los alumbraba según su voluntad, siendo la única testigo de que estaban allí.

Marina no podía de dejar de mirar el brillo de sus ojos en los que una vez más creyó encontrar la razón, el propósito que le quiso dar a su vida siempre. Es por eso que suspiró resignada.

– ¿Hace cuánto que nos conocemos?–Dijo Marina vencida.

–Un día... un año... toda la vida. ¿Importa acaso?–Respondió en un suave murmullo que se perdió en la noche, pero que Marina escuchó perfectamente.

–Podes sentirlo ¿No es cierto?–Respondió sintiéndose aliviada, completamente hechizada por su mirada.

–Puedo sentirlo–Afirmó con seriedad.

–Entonces... ¿Es por eso que me siento como si ya conociera todo de vos, como si ya hubiera estado en este lugar?–Dijo mirando a su alrededor.

–Sí.

– ¿Cómo podes estar tan seguro?

–Porque fue inevitable conocernos, porque estaba marcado en nuestro destino. 

–Tiemblo de solo pensar en perderte ahora que te encontré.

–No–dijo negando con el corazón–jamás voy a dejarte. Por favor... no tengas miedo.

Marina no pudo dejar de notar la emoción en su voz y fue muy difícil para ella poder contener sus lágrimas que ya amenazaban con desbordar sus hermosos ojos verdes. Estaba completamente confundida, seguramente como él lo estaba.

–No puedo dejar de tenerlo...

–Marina...

–En la lancha me confesaste de tu miedo a que desapareciera. No lo haré.  También tengo mis dudas. Siempre soñé con vivir algo así. Pero... ya sabes lo que pasa cuando uno sueña y se despierta–Dijo bajando su mirada hacia el piso.

–Voy a seguir existiendo, eso te lo juro. Cuando abras tus ojos y despiertes, voy a estar ahí–Respondió con dulzura levantando con un dedo la suave barbilla de Marina para que volviera a mirarlo.

– ¿A pesar de que el lunes empiece a trabajar con Olivia?

Mauricio se tensó con solo escuchar su nombre, de solo pensar en que Marina había quedado entre ellos dos. Algo de lo que presintió, no saldría nada bueno.

–Hoy es viernes, somos vos y yo hasta el lunes. No quiero que nadie ni nada nos arruine este tiempo que tenemos para nosotros. Solos vos y yo.

Marina asintió y se acercó a él poniendo con suavidad una mano en su pecho.

–Soy una tonta... disculpame. Pero quiero ser clara y quiero que no queden dudas entre nosotros.

–Y no las hay... te creo, siempre fuiste sincera conmigo, yo... –Dios como decirle que él no lo había sido, como decirle que a partir de conocerla desistió de sus planes de utilizarla contra Olivia.

–Eso es suficiente para mí, que creas en mí como... como yo creo en vos–Expresó suave y casi sin pensar, como si las palabras se le hubieran escapado de su boca.

Marina no podía creer que lo había dicho. Lo dijo y sin lugar a dudas creyó ver en la mirada de Mauricio un brillo de triunfo que duró solo unos segundos, pero que allí estuvo.

–En realidad fui yo el que no fue completamente sincero... no es cierto que estamos solos–Dijo con una sonrisita maliciosa para salir de este momento de confesiones.

– ¿No? –preguntó con una cálida sonrisa que a Mauricio derritió.

Mauricio emitió un silbido muy parecido a una orden que de inmediato fue correspondida.

Entre los arbustos y los árboles que separaban el muelle de la casa, que desde allí permanecía oculta, Marina escuchó un traqueteo apresurado, unos pasos que pegaban firme sobre el suelo, mientras unos ladridos que sonaban a alegría dando la bienvenida, comenzaban a retumbar en el aire y en el silencio de la noche.  

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora