Capítulo 12

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– ¿Una suite?–Marina preguntó con marcada desconfianza, mientras caminaban tomados de la mano por el pasillo que los condujo hasta la puerta de la habitación 413.

Mauricio tan solo contempló su rostro con una sonrisa insolente y no hizo ningún comentario al respecto.

Sacó su tarjeta magnética, abrió la puerta y con su mano todavía en el picaporte, hizo un ademán con la otra para invitar a Marina a entrar a su suite.

–Sos un desvergonzado–lo acusó fingiendo indignación.

–Si lo soy, y más aún cuando encuentro algo que deseo.

Ella se tomó unos instantes para mirarlo a los ojos. Tan solo con hacerlo se deshizo nuevamente en su mirada, en donde se encontró con ese deseo del que él hablaba, impreso en el brillo de sus ojos. Era todo lo que ella quería, con lo que había fantaseado desde el mismo instante en que lo vio.

Pero aun así, no podía dejar de pensar en su debilidad olvidándose de todo, incluyendo quién era. Porque en esa titánica lucha interior, que seguía desarrollándose dentro de ella, en la que Marina sabía que llevaba las de perder, buscó alguna razón para detenerla, y no pudo hallarla. Suspiró pensando en todas esas razones por las cuales deseaba entrar a esa habitación para quedarse, y halló miles, considerándose vencida.

Casi sin poder respirar, dio el primer paso atravesando el umbral de la puerta hacia el interior de la suite, rozando suavemente el pecho de Mauricio con su brazo, un leve contacto que quemó a los dos por igual.

Mauricio estaba abrumado, loco de deseo por ella. Y si bien su deseo mantenía tenso cada musculo de su cuerpo, había algo mucho más intenso. Mauricio supo en ese mismo instante que tener sexo con Marina no iba a ser suficiente. Lo que Marina producía en él, esa sensación que le corroía el alma anunciando que no era una más, lo llevó a vislumbrar la ironía de la situación en la que se encontraba. Había tendido sus redes, había planeado estratégicamente cada paso a seguir y había sido él, el que había caído en su propia trampa. La tenía ahí, casi la podía saborear y todavía no quería dar cuenta de lo que ocurría con él con solo mirarla. Había estado con muchas mujeres, quizás cientos... pero ninguna podía compararse con Marina.

Sí, quería poseerla, pero en todos los sentidos.

"Dios mío... estoy perdido" Pensó Mauricio que siguió los pasos de Marina hacia el interior de la suite subyugado ya con su perfume que había invadido no solo ese lugar.

Pudo sentir y ver la duda en la mirada de Marina. Pero... ¿Quién podría culparla? Esto era una absoluta y completa locura. Es por eso que no la dejaría pensar.

Vio como Marina caminaba meneando sus caderas hasta el centro de la habitación y eso fue suficiente para que su miembro comenzara a endurecerse. Marina giró para enfrentarlo y una especie de desvanecimiento mental se apoderó de los dos. El cerró la puerta apoyándose en ella y fue cuando sus miradas se conectaron más allá de la excitación que pudieran sentir en este momento. El aire se había cargado de una estática que parecía chisporrotear largando al espacio destellos de intensos colores, faltaba el aire y en esa habitación, en donde el mundo afuera parecía haberse detenido, solo se podía escuchar el sonido excitado de sus respiraciones.

No la dejaría dudar, no la dejaría pensar... pero ¿cómo podría si ni él mismo podía hacerlo?

Completamente serio y con el ceño fruncido tratando por todos los medios de vislumbrar lo que ocurría en esa habitación, se dio cuenta de que era inútil, nunca encontraría una respuesta lo suficientemente buena para comprender lo que sentía.

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora