Llegar a la localidad de Tigre fue cuestión de minutos. Y después de haber atravesado la zona céntrica, para luego bordear el río, llegaron a la playa de estacionamiento de una guardería náutica, en donde dejaron el auto a resguardo en un lugar especial para clientes.
Sacaron sus pertenencias del baúl de la Coupé y tomados de la mano se encaminaron hacia el edificio en donde tendría que pedir que bajaran su lancha.
Mientras caminaban Mauricio le preguntó a Marina si seguramente le parecería extraño que él viviera en un lugar tan tranquilo y apartado de la cuidad. A lo que Marina, después de mirarlo fijamente por varios segundos, contestó que desde hacía un día nada le parecía extraño, más bien todo era más que desconcertante.
Mauricio no podía estar más de acuerdo, entonces le contesto con una cálida sonrisa y apretándole un poco más su mano, que tenía atrapada entre la suya, dejo que ese gesto hablara por sí solo, sobraban las palabras.
En poco menos de veinte minutos el montacargas de la guardería dejó la lancha de Mauricio sobre el agua lista para ser embarcada.
Marina no era experta ni mucho menos en embarcaciones, pero sí tuvo el suficiente juicio para determinar que la lancha de Mauricio era una preciosura.
Era blanca con los herrajes cromados y medía aproximadamente cinco metros de eslora. Tenía el parabrisas curvo y una capota de lona para cubrir el instrumental de comando, el tapizado de los sillones exteriores eran de cuero negro que se destacaban sobre el piso blanco que era de un material antideslizante.
Marina no pudo dejar de sentirse emocionada, pero eso solo era el comienzo, una emoción más para agregar a su lista, ya que se estaba preguntando cuantas más faltarían agregar considerando que el fin de semana recién comenzaba.
Mauricio fue el primero en subir a bordo y cuando tuvo todo listo para partir, tendió su mano hacia Marina para ayudarla a subir. Marina lo miró por unos instantes y luego entrelazando sus dedos con los suyos, aterrizó entre sus brazos dentro de la lancha.
– ¿No le tenes miedo al agua, no?–Preguntó al verla dudar.
–No, claro que no–Respondió mirándolo a los ojos, casi sin aliento.
–Me manejo mejor en el agua que en cualquier otro lado. Podes estar tranquila. Confías en mi ¿no es cierto?
"Regla número... Número... ¿Qué regla era esa? Dios mío. Ya no me podía acordar" Pensó Marina al comprobar cómo tambaleaba su interior, tanto como la lancha sobre el agua.
–No lo sé–Confesó con sinceridad, porque ya no estaba segura de nada y mucho menos así, entre sus brazos, arrancándole la poca fortaleza que tenía.
–Bueno... la primera vez que te pregunté si confiabas en mí me dijiste rotundamente que no, ahora ya estas dudando–Respondió con una sonrisa–Ya es algo.
Mauricio rozó sus labios sobre los de Marina para así poder atravesar cualquier tipo de barrera que podría llegar a encontrar. Y aunque él todavía no se había dado cuenta, solo Marina sabía la verdad, ya no había ningún obstáculo que tendría que derribar. Pero... ¿El ya no lo sabía?
Algo le dijo a Marina que sí. Lo confirmó cierto brillo de satisfacción en esos increíbles ojos azules que deslumbraban vencedores. Marina sintió en ese momento que nadie cuidaría de ella como él, estaba dispuesta a confiar. Y él lo advirtió. Él lo sabía.
Pero como sea que fueran las cosas entre los dos, ya a estas alturas quedaba en segundo plano la confianza, había otros sentimientos, otras sensaciones más urgentes, las cuales eran, cada minuto que pasaba, más difíciles de contener.
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La traición esta de moda
RomantikNada es lo que parece, sobre todo en el mundo de la moda. Cuando Marina ingreso a ese increíble universo de la mano de la prestigiosa fotógrafa Olivia Giuliani, nada le hizo suponer que su vida cambiaría para siempre . La lealtad y la confianza era...