Capítulo 11

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Las últimas palabras de Olivia seguían revoloteando sobre la cabeza de Marina aún después de que la fotógrafa se había ido de la fiesta. Y a pesar que sus palabras fueron lo suficientemente inflexibles como para hacerla volver a la realidad, una parte de ella se resistía, plantaba batalla, porque esa parte tenía que ver con lo que Mauricio Robles le hizo sentir al mirarla.

Pero ¿Qué posibilidad había de que tuviera que resistirse, si mirando a su alrededor ni siquiera pudo encontrar al dueño de esos ojos azules? Esos ojos que no sabían que ella existía.

Decidió terminar con su copa de champagne, y definitivamente con sus fantasías, e iniciar su retirada, porque a pesar de estar enfundada en sus pensamientos, ya comenzaba a ver en las miradas de los hombres que la rodeaban, la intención de rescatarla al verla en soledad.

La expresión de "Las moscas atraídas por la miel" era la que mejor describe este momento, entonces, fue cuando Marina decidió que era hora de regresar a su casa.

Caminó por entre los invitados y se dirigió hacia la puerta de entrada al salón, en donde inmediatamente accedió a los ascensores que la conducirán a la Planta Baja y a la recepción del hotel.

Dos personas, un hombre y una mujer elegantemente vestidos esperaban también el ascensor y le sonrieron amablemente cuando ella se dispuso a hacer lo mismo.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el hombre dejó que la mujer que lo acompañaba entrara y luego con un gesto caballeroso de su mano, le cedió el paso a Marina, para luego el hacer lo propio.

– ¿Qué piso señorita?–Le preguntó el hombre frente a las teclas de comando.

–Planta baja por favor. Gracias.

Marina vio que el hombre apretó las teclas de planta baja y del segundo piso, en donde seguramente se alojaban.

Pero antes de que las puertas se cerraran una mano las detuvo.

–Un momento por favor–Dijo una voz tan grave y profunda como perturbadora. Una voz que Marina reconoció al instante.

–Gracias–Dijo Mauricio entrando al ascensor.

Marina instintivamente hizo un paso hacia atrás quedando pegada contra la pared del ascensor. Fue tan consciente de la presencia de Mauricio que hasta el aire pareció espesarse, inundándose con su perfume. Los latidos de su corazón se dispararon en una carrera alocada llevando palpitaciones a todo su cuerpo y una ráfaga cálida y sensual debilitó a Marina por completo.

Pero esto solo Marina lo sentía.

Él le dio la espalda, ni siquiera reparó en ella, y eso por el momento Marina lo agradeció, ya a estas alturas se había quedado sin aire, sin poder respirar y no quería de ninguna manera que él supiera como la perturbaba.

Trató de quedarse lo más quieta posible, para no llamar su atención, tan solo pedía que este corto viaje terminara lo antes posible para concluir con la lucha interna que tenía su cuerpo, todo un atentado contra su voluntad. Porque una parte de ella quería desaparecer y la otra... la otra simplemente le gritaba para que se diera vuelta y la mirara.

Marina no podía sacar sus ojos de él, y su perfume, que ya había comenzado a embriagar sus sentidos, convirtió sus rodillas en gelatina. Incapaces de sostenerla.

Sus anchos hombros y su increíble altura, cubiertos por un elegante traje negro, dejaban ver aun así un cuerpo musculoso y trabajado. Y se preguntó en ese instante como sería acariciarlo.

Marina totalmente embriagada por el camino que habían tomado sus pensamientos, se atormentó aún más imaginando como sería sentir su piel.

Oh Dios mío! ¡Basta Marina! "Este hombre ni siquiera sabe que existís" Se reprimió con fastidio.

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora