Capítulo 32

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Marina tenía la certeza que las noches que pasaba con Mauricio eran únicas, que la última había sido sin duda la mejor, la más hermosa de todas

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Marina tenía la certeza que las noches que pasaba con Mauricio eran únicas, que la última había sido sin duda la mejor, la más hermosa de todas. Pero para su sorpresa, siempre había una superior. Y la noche que pasaron en el Hilton lo había sido.

Ya no podían pensar solo en lo físico, a pesar de que era insuperable la forma en que se atraían, y a pesar de la lucha que perdían antes de empezar cuando comprendían que no podían dejar de tocarse, había otra forma mucho más fuerte e intensa que los tenía aún más atrapados. Era esa poderosa necesidad que tenían uno del otro.

Era esa increíble sensación de pertenecerse, de sentirse tan poderosos y supremos que tenían la impresión de poder llevarse el mundo por delante con el solo hecho de estar juntos.

Así de fuertes los hacía sentir su vertiginoso amor.

Cálidas caricias, ardientes besos, suaves y estremecedoras palabras de amor mirándose a los ojos fueron las constantes en una noche tan larga como demoledora. Pero no solo era agotamiento físico, fue la renovada y dolorosa sensación que sintieron al separarse, que se profundizó aún más ahora al estar juntos nuevamente. Una sensación en la que estuvieron de acuerdo, no querían volver a sentir.

A pesar de que Marina sabía que tenía que descansar, y de que asumía con total conciencia que tendría que haber pasado la noche en su casa, para así estar descansada por la mañana, no pudo lograrlo.

Se negó a privarse de la posibilidad de dormir entre sus brazos nuevamente, se negó a ser responsable por una vez en su vida e hizo lo que con una fuerza inquebrantable le pedía su corazón. Se quedó con el hombre de sus sueños en esa suite de hotel.

Y de Mauricio obtuvo la respuesta que esperaba, porque después de volver a hacerle el amor, la rodeó entre sus brazos y le pidió que se durmiera, porque él se encargaría por la mañana de que llegara a tiempo a su casa para luego dirigirse a su trabajo.

Y cuando Marina con un suspiro se acomodó entre sus brazos, él al oído le susurró su canción.

Solo cuando Mauricio sintió la respiración pausada y tranquila de Marina sobre su pecho, solo ahí pudo respirar aliviado.

Estaba ahí, entre sus brazos, segura, rodeada de lo único que él estaba confiado podía darle, su amor. Sabía que nada de lo que les esperaba iba a ser fácil. Es por eso que sentía esa angustiante punzada en el pecho cada vez que la oscuridad quería apoderarse de su corazón. Pero se aferraría de lo que sentían, se aferraría a lo único y verdadero que estaba creciendo a pasos agigantados entre ellos, se sujetaría con uñas y dientes y defendería su amor.

Así de confiado, finalmente Mauricio cerró sus ojos y se durmió.

– ¿Sabes que soy capaz de encerrarte en esta suite para siempre?–Dijo una voz suave en su oído que la rescató de las garras del sueño. Una voz que quería escuchar cada mañana mientras viva.

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora