Capítulo 49

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La sala del cine estaba repleta y faltando minutos para que la función comenzara, Marina y Eugenia entraron cargadas con sendas bolsas de palomitas de maíz y botellas de agua sin gas. Por suerte las entradas eran numeradas y sin ningún problema se dirigieron a sus asientos sin tener que molestarse en conseguir un lugar.

La película que habían elegido era una comedia, la cual había tenido muy buenas críticas. Pero Eugenia vio con total desaliento que Marina tenía la mirada perdida en la pantalla sin ver absolutamente nada. Suspiraba en vez de reír, como lo hacían todos alrededor por alguna escena de la película, y además no había tocado siquiera su bolsa de palomitas.

Cuando salieron del cine decidieron ir a una hamburguesería y mientras esperaban su pedido Eugenia no pudo dejar de notar que su mirada triste y vagabunda seguía arraigada en sus ojos haciéndola parecer más frágil y pequeña que nunca.

– ¿Te gustó la película?–Preguntó Eugenia con una sonrisa mientras encendía su teléfono celular que había tenido que apagar en la sala del cine.

–Sí, mucho. Fue muy divertida–Mintió y trato de ser muy convincente al hacerlo.

– ¿Ah sí? ¿Y de que se trataba?–La apuró sin miramientos porque era hora de empezar a llamar las cosas por su nombre y además la segunda parte del plan debía comenzar de inmediato como había acordado con Lucía.

Marina la miró con fastidio y luego viendo que su hermana no iba a ceder, cambio su mirada a una de resignación, pero no fue capaz de contestarle. No quería tener una pelea esa noche y mucho menos con ella.

–Bueno sino queres contarme de que se trataba la película por lo menos tene la amabilidad de decirme que pensas hacer con tu vida, porque te cuento, que me está costando mucho verte así.

–Pienso buscar un trabajo y retomar la facultad–Respondió sin mirar a su hermana a la cara–Tengo dinero ahorrado, más del que imagine tener nunca, lo que me facilitará pasar un tiempo sin preocuparme, mientras busco algo que realmente me interese.

–No me refería a eso y lo sabes–Repuso con impaciencia–Y ya que necesitas que te detalle justamente lo que quiero saber, decime que pensas hacer con respecto a Mauricio.

Marina levantó su mirada hacia su hermana y Eugenia se quedó pasmada al ver reflejado el dolor con solo escuchar su nombre.

–Lo siento Marina, lo lamento muchísimo–Alargó su mano y tomó la de Marina para apretarla suavemente– Sé que todo esto es doloroso, además de injusto. Pero... tendrías que ir a verlo, hablar con él. Él fue una víctima más de Olivia. No pueden permitir que ella se salga con la suya. Lo amas y sé que él te ama, estoy segura.

–No es tan sencillo como vos pensas–Y Eugenia pudo sentir la amargura en su voz.

–Nada es sencillo en esta vida Marina, vos y yo lo sabemos en carne propia. Pero creo que esto es algo de lo que no podes desentenderte. ¿Cuántas veces pensas que el amor va a pasar por tu corazón?

–Una vez, y ya pasó–Respondió con los ojos inundados por las lágrimas.

–Me niego a escucharte hablar así–La regañó como cuando eran chicas–No voy a permitir que te des por vencida antes de luchar.

– ¿Es que no te das cuenta?–Repuso soltando esas lagrimas que tanto trató de contener–Ya es tarde–Terminó en apenas un murmullo–El me mintió o lo que es peor me ocultó la verdad y yo por mi parte no confié en él. Como se supone que podemos estar juntos después de todo lo que pasó y de todo lo que nos dijimos.

Eugenia trató de mantener la calma, su parte del plan era tener que convencer a Marina de lo que tenía que hacer, pero nunca se imaginó que sería tan difícil. ¡Por lo menos Lucía no había tenido que discutir con Mauricio ya que se habían comunicado solo por mail!

–Marina–Le pidió en vos suave–Voy a exigirte una sola cosa en esta vida y es que hagas todo lo que siempre hiciste para salir adelante. Luchar.

–Es que ya no puedo–Respondió con un hilo de voz.

–Solo te pido que vayas a verlo, que hables con el–Y Eugenia rogaba convencerla ya que sabía por Lucía que Mauricio ya hacía unos días que estaba en el país.

–Te pensas que no lo intenté. Llamé a su estudio hace un tiempo y me informaron que el estudio ya no le pertenecía. Además estoy segura que sigue en áfrica. ¿Y no creerás que voy a ir hasta allá?–Pero Marina iría hasta allí y más lejos también, iría hasta el fin del mundo si fuera necesario.

–Lo sé, me hablaste de que había vendido su estudio–Eugenia sonrió mentalmente por lo perspicaz que había sido Lucía, porque había pensado en todo. Cuando habían hablado de la posibilidad de que Marina llamara al estudio, Lucia le había dicho, con falsa modestia, que estaba preparada para lo que iba a decirle, y no se había equivocado– Si, y también sé lo de África

– ¿Cómo lo sabes?–Preguntó Marina con el ceño fruncido–Nunca te hablé de eso.

–Porque empapelaste mi departamento con las notas de la revista del National Geographic ¿Recordás?

–Sí, claro, lo siento. Seguramente habré hecho muchas cosas que no tuvieron sentido todo este tiempo.

–Bueno, creo que ya estamos poniéndonos de acuerdo. Por supuesto que no hiciste nada con sentido, en realidad no hiciste nada–Insistió.

–Eugenia–Pronunció su nombre con fastidio–Solo te soporto porque sos mi hermana.

–Bueno, eso me habla de la suerte que tengo, pero te prometo Marina, no, te lo juro, que si no haces algo pronto voy a convertirme en tu peor pesadilla. Voy avocar mi vida a hacer la tuya miserable, voy a hacer que te arrepientas de...

–Está bien, está bien–Dijo levantando su mano para detenerla mientras que con la otra se secaba las lágrimas–Ya entendí el mensaje–Repuso sabiendo que las amenazas de Eugenia no eran en vano. La conocía suficiente para saber qué haría de su vida un infierno si no aceptaba por lo menos escucharla.

–Bien, me alegro–Y tuvo que contener un grito de alegría porque iba avanzando.

– ¿Y que se supone que tengo que hacer? Ni siquiera sé si está en el país.

–Me dijiste que no lo pudiste ubicar en el estudio. Entonces... tendrías que ir a su casa.

– ¿A la isla?–Y Marina abrió tan grande sus ojos que Eugenia pensó que se le saldrían.

– ¿Que otra opción te queda?

–No sé si es buena idea...

–Marina, escúchame, solo te pido que lo intentes. Y si resulta que no está en su casa, podes dejarle una nota para que sepa que estuviste ahí, que estuviste buscándolo y que queres hablar con él, creo que es un buen comienzo. Alguien debe de cuidar su casa, alguien va encontrar tu nota y se la entregará.

Marina quedó mirando a su hermana como si le hubiera dicho la locura más grande del mundo, pero al menos lo estaba considerando y Eugenia se dio cuenta de eso.

–No lo sé...

–Decime que al menos lo vas a pensar. No es una locura. Ir a su casa tal vez alivie un poco ese dolor que ya no puedo ver en tu mirada. Prométemelo.

Marina miró a su hermana por un largo momento y suspiró.

–Te prometo que voy a pensarlo.

Pero Eugenia conocía a su hermana y pudo ver más que una promesa, vio determinación. No iba a pasar mucho tiempo hasta que Marina se embarcara hasta la casa de Mauricio, hasta la isla del Tigre. Hasta donde finalmente estaba su amor.

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora