Capítulo 58

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–Bueno, que puedo decir. El trabajo es el trabajo–Dijo con calma Lucía para sosegar la frustración que Eugenia sentía.

–Ni lo menciones. Casi más me da un infarto cuando recibí el mensaje de texto, para luego tener que irme con tanta urgencia.

–No va a faltar oportunidad para que vuelvas a encontrarte con ella.

–Ni lo dudes. Tendrías que haberle visto la cara cuando me vio en el instituto de belleza.

Eugenia miró sonriendo a su amiga, mientras tomaba una humeante taza de café entre sus manos. El departamento de Lucía era cálido, femenino y decorado con tan buen gusto y refinamiento que parecía estar viéndolo a través de una revista de decoración.

Pero eso no era tan extraño de pensar. A pesar de los títulos universitarios que Lucía poseía en Historia del Arte, Diseño y Pintura y Artes Plásticas, era innato en ella el sentido de la excelencia y la perfección. Y no solo eso, esas cualidades se veían en su forma de actuar, de vestir y de relacionarse también. Era por eso que cada día que pasaba sentía más admiración por ella.

– ¡Ay corazón! ¡Como para que no esté perdiendo la cabeza por vos!

–Pero ella no es justamente la persona a la que le quiero hacer perder la cabeza–Respondió con tristeza como cada vez que pensaba en el hombre del que hacía mucho que se había enamorado

–Mmm...

– ¿Qué?–Le preguntó con impaciencia dando un suspiro resignado– Lo que tengas que decir, largalo. Creo que vos y yo ya tenemos la suficiente confianza–Le contestó, aunque ella ya sabía lo que Lucía le iba a decir.

–En el poco tiempo que nos conocemos aprendí a quererte y a apreciar los valores que tenes como persona. No mucha gente haría lo que vos estás haciendo por tu hermana.

–No seas boba. Vos estás haciendo lo mismo por el tuyo. ¿Qué nos diferencia entonces?

–Quizás en eso somos iguales. Pero no es eso de lo que estoy hablando. Estas empecinada en ir tras una persona de la cual, lo único que vas a conseguir es que te termines despreciando–Respondió rotunda.

Se miraron a los ojos y Lucía temió haber metido la pata. Pero lo que vio a cambio fue una terrible zozobra, una especie de laberinto se reflejada en su mirada. Un doloroso laberinto en el cual Eugenia, no encontraba la salida.

–Lo siento, no quise...

–No, no lo hagas. No te disculpes si es eso lo que pensas. Y te lo agradezco.

–No me disculpo por decir la verdad. Si somos amigas, como creo que lo somos, esa es mi forma de demostrártelo. Sí me disculpo por causarte dolor.

–Como bien dijiste, el mal me lo estoy haciendo yo. Quizás algún día pueda hacerle entender a mi corazón que me enamoré del hombre equivocado.

Lucía vio que los maravillosos ojos de Eugenia comenzaban a llenarse de dolor, y disculpándose nuevamente con ella la abrazó cariñosamente, consolándola, prometiéndole con palabras tiernas y afectuosas que todo iba a estar bien.

Eugenia se desahogó con su amiga hablándole de su amor imposible por más de una hora. Y a pesar de que Lucía después de diez minutos de escucharla ya sabía que el hombre del cual Eugenia creía estar enamorada era un idiota, siguió escuchándola hasta que pudo notar en su mirada que estaba mucho mejor.

–Gracias por escucharme–Sonrió Eugenia con dulzura–Hacía mucho que no hablaba de esto. Ni siquiera con Marina. Es que no me gusta preocuparla.

– ¡Sos tan protectora con Marina!–Le dijo casi como un reproche.

–Es la costumbre, estuvimos mucho tiempo solas siendo lo más importante una para la otra–Respondió casi justificándose, aunque sabía que su amiga no la estaba criticando–... y además al ser la mayor adopté el rol de madre, padre y dediqué todo mi tiempo a protegerla.

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora