Un Siberiano salió disparado desde los arbustos en su dirección. A grandes zancadas recorrió los escasos metros del muelle hasta llegar a los brazos de Mauricio, que lo recibió con tanta felicidad, tanta como el mismo perro sentía. Parado en sus patas traseras, apoyó las delanteras en el pecho de Mauricio y en ningún momento dejó de mover su cola en clara señal de alegría.
– ¡Athos! ¡Amigo! ¿Cómo estás?–Saludó al perro mientras le acariciaba las orejas, unas caricias que a él parecía gustarle mucho.
– ¡Guau!–Respondió Athos y Marina juró que el perro estaba sonriendo.
– ¡Sentado!–Ordenó su dueño y el perro obedeció de inmediato.
Como si supiera que iba a presentarlos, Athos miró a Marina por primera vez, y con su lengua afuera y golpeando la cola en la madera del muelle, emitió un fuerte Guau en signo de aceptar a la extraña mujer que venía a invadir su territorio, ya que esta era, por lo que se podía ver, una casa de machos.
Marina se arrodilló ante el perro y hundió sus dedos en el suave pelaje. Le rascó la cabeza y las orejas, como Mauricio había hecho hacía unos instantes, y ella misma comprobó cuánto le gustaba.
–Sos hermoso Athos–Dijo con una sonrisa.
– ¡Guau!–respondió Athos agradeciendo su cumplido.
Marina largó una carcajada completamente encantada.
–Me gusta tu nombre. Mosquetero ¿no?–Le preguntó siguiendo con sus caricias como si esperara que le contestara–Voy a decirte un secreto–Y se acercó a la oreja del Golden para hablarle al oído consciente de que Mauricio la miraba divertido –Tu dueño también me gusta mucho, pero por favor no se lo digas.
Mauricio comenzó el trayecto rumbo a la casa sin poder evitar esbozar una sonrisa, seguido de Athos por supuesto, que cuando lo vio marcharse caminó a su lado demostrando su lealtad.
–Voy a darte un consejo de amigo–le dijo Mauricio al perro en voz alta para que Marina pudiera escuchar–No confíes en esa sonrisa, no sabes lo que puede hacerte. Confiá en mí. Yo sé lo que te digo.
Por supuesto que esta vez Athos emitió dos fuertes "Guau" para confirmarle que había comprendido.
Marina también sonrió divertida y se apresuró a seguirle los pasos por un camino de grava color blanco.
Los arbustos se abrían a cada paso para dar lugar a una de las casas más encantadoras que Marina haya visto jamás. No era lujosa, ni moderna, ni siquiera se podía decir que estaba lo suficientemente cuidada para admirar su verdadera belleza. Pero la casa tenía algo especial que Marina de entrada no pudo definir. Parecía detenida en el tiempo, con infinidad de viejas historias para contar. Tenía esa encantadora particularidad hacerte retroceder en el tiempo, de volver a la infancia. Estar frente a esa casa proponía manipular los sentimientos y las emociones a voluntad, y lo mejor y lo más aterrador para Marina era volver a recordar.
Volver al pasado, a esa parte del pasado que Marina quería desterrar de su vida para siempre. Sin embargo había otra parte que no podía y no quería olvidar.
Pero ahí estaba y después de unos segundos de contemplarla supo porque se había sentido así.
Le recordaba la casa de su abuela.
No en su forma y estructura, pero sí en los recuerdos que regresaron del pasado.
La pintura de sus paredes, que en algún tiempo fuera de un blanco resplandeciente, ahora y sobre todo sumergida en las sombras de la noche, era traslúcida, casi fantasmal.
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La traición esta de moda
RomanceNada es lo que parece, sobre todo en el mundo de la moda. Cuando Marina ingreso a ese increíble universo de la mano de la prestigiosa fotógrafa Olivia Giuliani, nada le hizo suponer que su vida cambiaría para siempre . La lealtad y la confianza era...