Capítulo 59

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Marina suspiro como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Ese suspiro salía desde el mismo centro de su alma, que parecía estar en paz después de tanto tiempo. Desde que Mauricio se había despedido de ella esa mañana en la isla, prometiendo regresar lo antes posible, dedico el tiempo suficiente para ordenar la casa, darse un baño caliente y luego ,con taza de café en mano, recorrió los alrededores de la isla con su nuevo amigo a su lado, el fiel Athos.

La isla le resultó maravillosa y era como si la viera por primera vez, y pensó que quizás así fuera. Todo a su alrededor brillaba, los distintos verdes del follaje típica de la isla, el cielo limpio, el aire que la traspasaba dejando ese aroma dulzón que traía del río. Marina sonrió, sí, era feliz. Esa sonrisa sin motivo alguno solo podía ser felicidad.

Sin poder evitarlo su paseo terminó en el muelle, ese lugar, que decidió que definitivamente era su lugar en el mundo. Ese lugar al que irían cada noche en donde el dulcemente le cantaría su canción.

Hey litlle girl...

Cada noche, no importaba el clima, terminaban abrazados en el banco del muelle en donde solo se hacían promesas de amor. Marina cada noche comprobaba que la vida cobraba sentido, sobre todo cuando estaba entre sus brazos. Esto era definitivo, era para siempre.

Marina se sentó en el banco de madera y Athos se echó a sus pies, contemplo el río y su suave corriente, cerró los ojos y elevó su rostro al cielo para que el sol le diera en la cara. La sensación era hermosa, única.

El ronroneo de una lancha la desconecto de ese plácido momento, y antes de abrir los ojos ya sabía que Mauricio había vuelto a casa. Si, a casa, por que donde estuvieran juntos, no importaba donde, sería su hogar.

Marina se levantó y miró en dirección al rio en donde Mauricio lentamente conducía la lancha hasta el muelle. Él sonrió, como solo él sabía hacerlo cuando se trataba de Marina, ella también sonrió, por supuesto, su amor, su hombre había llegado.

Mauricio amarró la lancha y mientras lo hacía no podía dejar de sonreír, y por su lado, Marina tampoco podía dejar de hacerlo. Fue un diálogo a pura sonrisa, a puro amor, que solo ellos sabían lo que significaba.

Mauricio subió los pocos escalones que lo separaban de Marina y sin perder tiempo la tomó entre sus brazos y la besó con ansias, con sed de su amor.

– ¿Porque sonreís así? –Preguntó Marina con dulzura, mientras le daba pequeños besitos por todo el rostro.

–Por qué no sabes lo que significa para mí llegar a la isla y que estés aquí, es un sueño mi amor–la abrazó fuertemente contra su pecho y Marina comprendió que tal vez su comentario haya tenido otra connotación.

–Siempre voy a estar esperándote, acá o a donde sea, o quizás debas esperarme vos a mí–repuso dándole un tierno beso en los labios–pero los dos sabremos que al final del día, tendremos este banco y nuestro muelle con todo lo que eso significa.

–Lo sé, te juro que lo sé, pero dame tiempo mi amor, fue muy duro el tiempo que estuvimos alejados...

–Te entiendo, pero no dejemos que eso arruine lo que tenemos ahora, no podemos permitirlo.

Mauricio la miro con profundidad y volvió a sonreír. Ahí estaba ella, tan hermosa, tan pequeña, pero poderosa y fuerte a la vez.

–Perdón, perdón pequeña!!! –Y volvió a abrazarla y volvió a recuperar eso que jamás pensó que recuperaría, su alma y su corazón. No estaría tranquilo hasta todo el asunto de Olivia Giuliani estuviera acabado.

Caminaron así abrazados hasta la casa, seguidos de un tranquilo Athos, como si supiera que no debía molestar.

– ¿Estuvo todo bien?-Preguntó Marina mientras estaban preparando la cena un tiempo después –Hace unos días que no sé nada de tu hermana. ¿En qué anda?

La traición esta de modaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora