Mauricio seguía, y no de manera literal, sumergido en África.
Levantado desde las primeras horas del amanecer, para evitar el sol del mediodía, caminaba por los senderos de polvo y arena del sudoeste de Mali, más precisamente en el país Dogón.
Un país que parecía estar detenido en el tiempo, en donde ningún signo de modernidad parecía haberlo afectado. No había medios de comunicación, luz, ni siquiera carreteras. Eran solo senderos y caminos que comunicaban una aldea con la otra y que solo se podían realizar a pie.
La gente era amable y bondadosa y a pesar de que la barrera del idioma era difícil de saltar, los gestos y las señas servían para el propósito de comunicarse.
Los habitantes del lugar dejaban que Mauricio trabajara con libertad, casi como si estuvieran acostumbrados a esa clase de interrupción en su vida cotidiana.
Sus casas de barro, con sus puertas talladas con alguna imagen de la cultura Dogón, eran muy codiciadas por los viajeros que muchas veces pagaban mucho dinero por ellas. Pero para Mauricio tenían un valor único, más que el dinero, porque no se cansaba de sacar tantas fotografías como podía.
Todo allí era de colores terrosos, fundiéndose con el paisaje y la población, que parecerían pertenecer a otro siglo, a otra época. Se dedicaban a la agricultura y la herrería, trabajando desde muy temprano. El sacrificio y el trabajo diario se veían agotadores y poco remunerados, pero a pesar de todo había cierto equilibrio en sus vidas. Todo lo que necesitaban estaba allí, todo lo que deseaban estaba al alcance de sus manos. No precisaban nada más.
"Todo lo que necesitaban estaba allí, todo lo que deseaban estaba al alcance de sus manos. No precisaban nada más"
El ocaso del día había llegado y como en cada uno de ellos, o como en cada momento del día, pensó en Marina. Pero en estos últimos días sus pensamientos no se basaban en recordar su sonrisa, su perfume o el maravilloso color de sus ojos. Estos últimos días había empezado a embargar su corazón un espantoso frío, un frío que le hablaba de que se estaban acabando las esperanzas para él. Que habían pasado más de cuatro meses, el tiempo suficiente para recibir una señal de Marina. Y eso no había sucedido.
"Volve a mi corazón" Repetía como un mantra.
Día a día esperaba una llamada, algún mensaje que lo sacara de esa dolorosa pesadilla en la que estaba viviendo. Pero a pesar del esfuerzo que estaba haciendo para no desesperar, la verdad, a la que no se quería enfrentar, era tan real como el sol abrasador de las tierras africanas, Marina no estaba allí. Marina no volvería.
Había perdido.
Sabía muy bien lo que se jugaba a la hora de apostar, y también que la apuesta de "Todo a ganador" podría fallar. Pero darse cuenta que lo había perdido todo no era lo peor. Lo peor sería cuando al fin comprendiera que había perdido a Marina para siempre.
No quería pensar. No quería vislumbrar una vida en la absoluta oscuridad, aunque tenía más que claro que era eso lo que le esperaba.
No quería dejar de luchar, no quería darse por vencido, aunque algo muy dentro de él le decía que ya lo estaba. Que esa sería su vida.
Entonces de cara a las estrellas, recostado en una cama improvisada con su bolsa de dormir en unas de las aldeas en donde se detuvo a pasar la noche, comprendió al fin que ese sería su destino y lo aceptaría, porque prefería mil veces haber conocido a Marina y haberse enamorado de ella, a no haber sentido el amor en su vida.
¿Cómo alguien podía ser capaz de hacer algo así?
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La traición esta de moda
RomanceNada es lo que parece, sobre todo en el mundo de la moda. Cuando Marina ingreso a ese increíble universo de la mano de la prestigiosa fotógrafa Olivia Giuliani, nada le hizo suponer que su vida cambiaría para siempre . La lealtad y la confianza era...