Se dice que África es la cuna del mundo y de la humanidad, que en este lugar de la tierra había nacido la vida. Pero parado en el medio del desierto del Sahara, debajo de un sol abrazador, detrás de una enorme duna de doradas arenas en donde era imposible pensar que existiera otro ser vivo aparte de él, Mauricio se preguntaba si esa teoría era verdadera.
Había estado todo el atardecer tratando de captar el alma del desierto. En las pocas horas de luz que tenía hasta que llegara la noche, trataría de aprovecharla lo mejor posible, ya que durante el día, cuando las altas temperaturas hacían imposible andar por el desierto, se refugiaba en el campamento que el National Geographic le había proporcionado para que hiciera de vivienda y de laboratorio también.
Se encontraba en Argelia, el corazón del Sahara occidental, unos de los territorios menos poblados del mundo. Es por eso que estaba ahí. Con temperaturas de más de cincuenta grados durante el día y los bruscos descensos de temperatura durante la noche, era fácil adivinar porque la población allí era escasa.
Hacía cuatro semanas que había llegado a África, y si bien ya conocía este continente por sus anteriores viajes, esta vez era diferente. Mauricio tenía la sensación de que esta vez sus fotografías mostrarían más que meros paisajes.
Se había adentrado en su tierra como si fuera en un cuerpo, había navegado por sus ríos, esas arterias de agua que llevaban vida a donde ellas fueran, había visto miseria y hambre, había entrado al fondo de su alma.
Pero nada de eso podía calmar lo que pasaba en la suya.
No había un solo momento en el día que no pensara en ella. No había color, lugar o palabra que no la relacionara con Marina. La veía a través de la lente de su cámara cada vez que intentaba buscar un ángulo perfecto para su fotografía. Veía el verde intenso de sus ojos en la selva africana, veía el color oro de sus cabellos en las arenas del desierto, veía el color rosado de sus labios en cada atardecer.
Y por las noches, cuando el negro cielo del desierto parecía caer encima de él, podía cerrar sus ojos y sentir su perfume traído por la fría brisa que atravesaba las dunas.
Se dice que África es la cuna del mundo y de la humanidad, que en este lugar de la tierra había nacido la vida.
Entonces si había vida, Mauricio se preguntaba ¿Porque sentía que se estaba muriendo?
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La traición esta de moda
RomanceNada es lo que parece, sobre todo en el mundo de la moda. Cuando Marina ingreso a ese increíble universo de la mano de la prestigiosa fotógrafa Olivia Giuliani, nada le hizo suponer que su vida cambiaría para siempre . La lealtad y la confianza era...