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—Mexique!

Canadá jadeó antes de acercarse al cuerpo en el suelo, derrumbándose casi dolorosamente, intentando sujetarlo con desesperación, pero deteniéndose al notar suaves gotas de sangre en sus manos y su ropa.

Dudó.

Estaba asustado por haber mostrado esa parte de él, temía ver el miedo en los ojos de la persona que amaba. Pero debía ayudarlo. Y... rápido.

—Ya ayúdame, wey —rio entre dientes, sin abrir los ojos—. Tengo sed... y ya ni hablar quiero.

—Lo siento.

Canadá cubrió los oídos del mexicano cuando el moribundo usó sus últimos rayos de vida para maldecirlos y exigir que lo matasen de una vez.

Pero lo ignoró.

Canadá cortó rápidamente las cuerdas de manos del tricolor, revisó si no tenía una herida de cuidado, y lo cargó en brazos para alejarse del sitio en busca de ayuda.

—Maple... dame un beso al menos.

—Ahora no, Mexique.

—Lo necesito, wey —restregó su mejilla sana contra el pecho del canadiense—. Aún tengo un chingo de miedo, maple... Miedo de morirme sin besarte de nuevo.

—Te amo —le susurró mientras apuraba más sus pasos para alejarse de los gritos agónicos de ese tipo—. Te amo tanto... Lamento haberte metido en esto.

—Maple.

—Perdóname.

Empezó a correr cuando la noche ya no lo dejaba ver bien, desesperado por hallar a USA, quien le cubrió la espalda hasta antes del primer disparo en advertencia, antes de salir corriendo cuando halló el rastro del desgraciado.

Ya no lo guiaba la ira inicial, ahora se sentía pesado y débil.

Iba a desmoronarse después de tanto estrés, empezaba a sentir la herida abierta que tenía en un costado y que escondió para que le permitieran ir en busca de México, sus manos le temblaban y ardían por las ampollas dadas por manipular un arma después de tanto tiempo.

—Maple... se me antojaron unos tacos.

México sabía que debía calmar ese latir desbocado, por eso empezaba a comentar lo primero que se le ocurriera. Lo que menos quería era que Canadá tuviera un ataque de pánico en ese momento.

—Mon amour, ce n'est pas le moment de plaisanter —(Mi amor, no es hora de bromas.)

—Siempre hablas en francés cuando estás al borde de una crisis... Cálmate, güerito, que ya me salvaste.

Pero Canadá no podía calmarse, y no pudo hasta que admiró el brillar de las linternas y escuchó su nombre ser gritado por USA, quien se acercaba con tres personas más para darles apoyo.

Se sentía tan culpable cuando tuvo que dejar a México sobre una improvisada camilla en la camioneta de alguien, y ver al paramédico empezar las curaciones del herido. Tuvo que alejarse un poco para ahogar las arcadas y las memorias..., para quitarse de encima la sed de sangre.

—No es tu culpa —USA le golpeó la cabeza—, ese estúpido solo quería a alguien que extorsionar y sacar dinero, pudo ser cualquiera.

—Lo sé.

—Y no creo que el frijolero se queje por haberte visto matar a alguien.

—No lo maté.

—¿Qué? —eso no se lo esperó, sabía de lo que Canadá era capaz.

—Pero se lo comerán los lobos —se limpió la frente y se inclinó al sentir una fuerte migraña azotarlo—, la manada estaba cerca.

—Bueno... ya ni qué recuperar —bufó USA—. Diremos que se cayó a un acantilado o algo... Yo me encargo.

—ONU se va a enterar —suspiró.

—Ahora tuviste motivo, así que tranquilo. No te volverá a aislar.

—Pero...

—Mejor cállate, sweetie —empujó a su hermano—. Ve a ver al frijolero y consuélense entre sí... Del resto yo me encargo.

Así lo hizo, Canadá se quedó sujetando la mano del tricolor, intentando olvidar la adrenalina y satisfacción de su cuerpo, y solo centrándose en la sonrisa de su prometido. Porque ya no era el antiguo Canadá, y sabía que ni México ni USA dejarían que el antiguo volviera. Su ahora no estaría plagado de sangre y muerte. No más. 

Chiquis [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora