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México no sabía qué tan difícil fue para Canadá el ser abandonado, tampoco sabía qué sucedió para que eso pasara... Y la curiosidad le ganaba, pero respetaba el silencio sobre el tema, al menos hasta que Canadá quiso desahogarse.

—Ha sido algo difícil... —lo comentó como si fuera algo normal—. Desde que pasó todo...

—Pero ya no estás solo, maplecito —México le sonrió con cariño mientras pelaba la manzana.

—Sabes... Me prohibieron hablar de esto, así que no he podido desahogarme adecuadamente —rio bajito—. Y seguramente tienes muchas dudas o algo.

—Sí tengo —empezó a partir la manzana—, pero no importa. Además, si te prohibieron hablar, debe ser porque es algo delicado.

—Algo así —jugó con sus dedos.

—¿El padre es humano?

—Es alguien importante para mí —sonrió ante sus recuerdos.

—¿Lo sigues queriendo? —interrogó con duda, quería quitarse esa espinita del pecho.

—Tanto como a cualquier persona importante en mi vida —aceptó la fruta con gusto.

—Chale... Qué suerte tiene de que alguien como tú le tenga cariño.

—No lo creo —se encogió de hombros—. Solo le di problemas... —boqueó—. En realidad, le doy problemas a muchas personas.

—Ey, no te me achicopales, güerito —le tomó de la mano—. Estar triste le hará daño al chamaco.

Solo quería ver a Canadá feliz, solo en eso pensaba México cada mañana cuando lo veía preparando el desayuno, cuando salían a caminar por sobre la nieve, cuando esperaba afuera del consultorio de Suiza hasta que Canadá pasara su revisión, y sobre todo... Cuando aquel chico de ojitos azules, le deseaba buenas noches y le agradecía por los cuidados que le ofrecía.

—Gracias a ti, ahora no siento tristeza.

—Lo que sea por ti, güerito.

—Espero que mi hijo tenga siempre una sonrisa, tal y como tú.

—Seguro la tendrá —suspiró— porque si te tiene a ti a su lado, siempre tendrá una razón pa' ser feliz.

—Espero que tengas razón —rio bajito mientras sus mejillas se coloreaban de rosa.

México se enamoró más de Canadá.

Y el día en que el chamaco del maplecito nació, lo amó más.

Porque no había visto felicidad más pura como cuando escuchó a Canadá cantarle a un pequeño bultito sin identidad, para que éste durmiera en sus brazos por primera vez.

Ese día, se quedó en silencio, en el marco de la puerta, suspirando enamorado.

Ese día, tal vez más que en algún otro, sintió unas enormes ganas de besar a aquel güero de pequitas estelares.

Chiquis [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora