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—Agh... Mexique... Eso... Eso duele.

—Bien que te gusta, mi vida.


Entonces volvió a estampar su mano contra esos muslos firmes, dejando una marca rojiza que incluso se notaba por encima de los colores de su maplecito. Y jadeó, porque vio a Canadá arquearse suavemente y sintió como apretaba su miembro con fuerza. Volvió a darle una nalgada.


—Vamos..., mi vida... —lo miró y sonrió de lado—. Mueve esas caderas.

—No... No puedo hacerlo.

—Cariño —empujó su cadera para embestir suavemente a Canadá y lo escuchó gemir—, tú puedes... Haz que se sienta rico para ambos.

—Está bien.

—Imagina que soy un toro y móntame, maple.

—¡Mexique!

—¿Qué? —volvió a embestirlo—. ¿Prefieres que sea un oso o ... un lobo? —jadeó ante un nuevo movimiento—. O un cerdito rosado de...

—Mexique —rio divertido antes de saltar un poquito y probar si dolía, no era así—, harás que me... desconcentre.

—Uh... desconfías del poder de mi verga.

—¡Taquito!


La confianza que se tenían los hacía disfrutar incluso esas cosas tan simples. Como molestarse mientras hacían el amor.

Chiquis [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora