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Canadá estaba raro. Muy raro. Pasaba dando vueltas por la casa sin rumbo fijo. Moviendo las cosas de su lugar.

Y haciendo pucheritos.

Ay. Cómo lo amaba.

Esas mejillas a veces se inflaban unos segundos antes de que Canadá bufara.

O esos labios se apretaban hasta formar una línea.

Esas mejillas adquirían un rosado furioso.


—Mi amor, ¿estás enojado?

—No —y volvía a ese berrinche silente.

—Mi güerito hermoso —lo perseguía entre saltitos—. ¿Te hice algo?

—No.

—Mi amor, mi tesoro —seguía—. ¿Por qué estás así? —le sostuvo de la mano para que se detuviera y lo mirara—. Dime a quién me voy a putear porque te hizo enojar.


Lo escuchó reír bajito y luego lo observó volver a esa faceta enojada. Le diría que era hermoso así, pero no quería que se enoje más. Así que sólo le acarició la mejilla.


—¿Me dices?

—Quiero ir a patinar...

—Pues vamos.

—Mex... estamos en cuarentena.

—¿Y eso qué?

—Mex... debemos dar el ejemplo.

—Mi vida... Yo me invento algo. Todo pa' verte feliz.


Canadá lo dudó, pero a media tarde estaba deslizándose sobre sus pies desnudos, sobre plástico embarrado de jabón y agua. Plástico que cubría su sala y parte de su patio.


—Te amo tanto —lo abrazó entre risitas.

—Pa' eso está tu macho, mi amor.


Risas entre sus juegos, un beso rápido y un par de caídas menores. Era su cuarentena entre amores.

Chiquis [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora