La canción de cuna que escuchaba, estaba en francés, pero era hermosa, aunque no entendiera lo que decía.Se quedaba observando de lejos, admirando la dedicación de un padre con su hijo, pensando en lo horrible que debería ser pasar todo eso solo.
Tenía un chingo de ganas de llorar.
—Ya se durmió.
—Eres bueno con los niños, maple.
—¿Tú crees? —sonrió animado.
—Lo creo y lo certifico —escuchó esa risita avergonzada.
—¿Quieres acompañarme a cenar?
—Sólo si me dejas hacer la cena.
Adoraba cocinar para Canadá, adoraba verlo probar todo con entusiasmo y curiosidad, adoraba verlo feliz, lo adoraba por completo.
—Maple... ¿crees que me pueda quedar un tiempo más?
—Pero debes tener cosas que hacer... Y ya me has ayudado mucho. No quiero que pierdas más tiempo conmigo.
México lo miró con ternura, divertido por esa preocupación sin fundamento, enternecido por esos ojos azules que lo miraban fijamente.
—Quisiera cuidar de tu hijo, aunque sea un poquito.
—Está bien —sonrió—, además, me gusta tu compañía.
México sabía que Canadá aún estaba muy sensible con lo pasado, que no tenía esperanzas de ser correspondido por el momento, aun así, decidió quedarse ahí como un amigo y nada más.
Dos semanas más.
Dos en las que vio una nueva faceta de su crush, en la que se embelesó con esa voz, en la que disfrutó de un tiempo en una familia que hubiese deseado fuera suya.
Le gustó. Y lo dijo sin tapujos.
—Qué no diera por ser el padre de tu chamaco, maple.
Canadá deseó que así fuera, pero no pudo decirlo en voz alta. Solo siguió escuchando.
—Disfruté mucho de ayudarte, de pasar tiempo contigo... Pero supongo que ya te tengo harto y que debo irme.
—Me gusta tu compañía.
—Me gustas tanto tú, güerito —suspiró enamorado—. Pero no es momento. Aun así... ¿Puedo persistir un poquito?
—¿Aún quieres?
—Claro —le sonrió—. Y si me dejas —se quitó el sombrero que usaba ese día y lo apretó contra su pecho—. Yo pido permiso para cortejarte.
Canadá soltó una risita entre divertida y enternecida por la propuesta.
Lo pensó.
Porque tal vez sería buena idea.
Porque así como dejó que su antiguo amor persiguiera a su nueva ilusión, él podría darse una oportunidad para volver a entregar su corazón.
—J'accepte —sonrió.
Y como despedida, Canadá besó la mejilla del tricolor.
Lo dejó ir porque era lo correcto, aunque se sintiera muy solo y triste, era lo mejor.
Así tendría tiempo para sanar también.
De esa forma, muchos sanarían.
.
.
.
Un abrazo cálido y largo, silente, tierno.
Desde que le prohibieron todas esas cosas, no había podido suspirar mientras se escondía en el cuello de aquel idiota.
—Al fin pude venir... —bufó cansado, espiar casi veinticuatro horas no era fácil—. Ya que tu visita se fue —sonrió de lado—. ¡Ahora sí! —festejó entusiasmado.
—¿Quieres ver al bebé? —le sonrió a su visita.
—Vine a eso —despeinó los cabellos de Canadá— y a ver cómo estabas, sweetie —suspiró con tristeza—. Porque no les has permitido venir a nadie más... ¿Sigues enojado?
Canadá inmediatamente cambió su sonrisa feliz, por una mueca de tristeza e ira.
—Sí —suspiró antes de entregar al bebé—. Ellos arruinaron todo... —golpeó suavemente su sillón—. Y tardaré más en perdonarlos.
—Dejemos de pensar en eso —rio al tener esas manitos entre sus dedos—. Y mejor cuidemos de esta cosa que babea y come sin descanso —rio divertido al escuchar un suave balbuceo.
ESTÁS LEYENDO
Chiquis [México x Canadá]
FanfictionReunión de pequeños drabbles de la pareja CanMex (Canadá x México) del fandom CountryHumans.