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Canadá celoso. Eso era algo que México no había visto jamás y creía firmemente que su novio no tenía esas inseguridades. Por eso no cambió algunos comportamientos de su soltería.

Como dejarse abrazar, responder a las joterías de sus compas, y salidas con amigos.

Pero siempre priorizaba a su maplecito. Cuando Canadá estaba cerca, nadie más existía.

—Puedes ir —sonreía—, solo avísame cuando llegues a tu casa.

México sonreía ante aquellas palabras, abrazaba a su novio, lo besaba varias veces, lo mimaba un poquito más de lo normal, y se despedía con la promesa de verlo al día siguiente.

Era genial.

Canadá se despedía con un sonrojo y una sonrisa. ¿Quién iba a dudar de su seguridad?

—¿De nuevo?

Sólo una persona sabía la realidad, aunque tal vez eran dos, pero USA era el más cercano y consciente de lo que se escondía detrás de la sonrisa de su hermano.

—Ey, Cany, sé que te estás esforzando, pero te está haciendo daño.

Acariciaba la espalda de su hermano y se acomodaba junto a él en el sofá, lo consolaba como podía, porque sabía la crisis silente que Canadá intentaba ahogar.

—¿Crees que alguna vez me engañe?

—No lo sé. No te puedo mentir sólo para que te sientas mejor.

—¿Crees que alguien le coquetee?

—Cany... ocultar tus celos sólo agravará todo.

—Es que... No quiero... No me gusta.

—Pero callarte todo sólo hace que tu salud empeore.

Lo abrazaba entre suspiros, intentando que su hermano comiera algo, pero notando que las galletas estaban intactas y el té frío.

Por eso insistía en estar con su hermano cuando podía. Para cuidarlo y evitarle una crisis. Porque los celos silentes de Canadá eran más peligrosos que sus propios ataques de gritos y acusaciones.

—¿Te duele?

—Un poquito —se apretaban el estómago que ardía.

—¿Quieres llamarlo?

—No —se negaba y escondía en el pecho de su hermano—. Se debe estar divirtiendo, bebiendo con ellos..., riendo y bailando... Mexique debe estar feliz.

Se quejaba poco después, dolía su pecho y sabía que su úlcera tal vez empeoró. Los mimos de su hermano ayudaban un poco, pero en su lengua el amargo seguía.

Así eran los celos de aquel dulce y calmado canadiense, y tal vez nadie se enteraría jamás.


Chiquis [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora