Chiquis [México x Canadá]

70.

Horneando un pastel, aseando la casa, tejiendo o cosiendo, todo eso debería ser tareas que Canadá hiciera en su tiempo libre... O su apariencia diría que podía hacer, incluso las normas sociales dictarían esa posibilidad, porque, después de todo, Canadá era una mujer de figura delgada y sonrisa amigable.

México aceptaba que al inicio también pensó igual, pero tuvo que tragarse sus palabras al verla por primera vez derribando a un jugador de hockey profesional sin esfuerzo alguno.

—¡Vamos, florecita! ¡Enséñale quien eres! ¡Derriba a ese cabrón!

Emocionado era poco para describir su agitación al ser espectador junto con decenas de personas más, quienes llegaban a ver ese partido amistoso para reunir fondos de caridad. Era un juego mixto, sin discriminar género, todos ahí eran jugadores que intentaban derribarse para abrir paso a su anotador.

Muchos creerían que por ser algo amistoso, las jugadas serían simple espectáculo, pero no. El orgullo de todos estaba en juego, porque entre ambas filas que fueron sorteadas estaban profesionales y aficionados. Canadá era una de las aficionadas... Y la más peligrosa.

—¡No te dejes, mi amor!

Gritaba a todo pulmón cuando vio a Canadá ser tacleada y enviada al cristal de seguridad. Pero su florecita no era débil, se levantaba con más ánimos y era ella quien se volvía el peligro junto a su compañera Dayane, la estadounidense.

—Baby Cany!

—Now!

México lanzó a todo pulmón un grito mexicano cuando vio a su florecita levantar a su oponente al menos un metro sobre el hielo y arrojarlo a un lado para que su anotador pasara.

—¡Se la debías, puto!

Sanción por uso de una táctica peligrosa, pero Canadá no era una chica problema, tal vez sólo no midió su fuerza y su técnica, así que fue al área de castigo sin dar más que una disculpa y una risita avergonzada.

—Esa es mi novia —reía entre divertido y orgulloso—. Voy a prepararle unos taquitos como festejo.