Una vuelta al parque y un café

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Luego de 45 minutos aproximadamente de caminata con Maia, Amelia piensa en todo lo que conversó con su mejor amiga. La extraña y le encantaría recorrer este país con ella, pero el destino quiso algo diferente para ambas. Ahora es Amelia quien tiene que conocer una cultura diferente y acostumbrarse a ella.

De tanto pensar se le abrió el apetito, el clima está bastante frío y justo en frente hay un Starbucks, por lo que Amelia siente que la suerte está de su lado e ingresa al local. Por un momento lo que le dijo su madre la hace dudar si comprar ese café o no, pero la fuerza de voluntad no está de su lado.

No hay mucha gente, por lo que compra rápidamente su café favorito, mocha blanco. Maia está un poco intranquila así que Amelia decide tomarse su café mientras camina devuelta a casa. Agradece a los trabajadores que le prepararon su café y sale del local. 


—Esto está exquisito, Maia —Observa a su mascota.— Quisiera que pudieras disfrutarlo conmigo, pero creo que esto no le hace bien a los perros —Vuelve a observarla, esta vez con cierta complicidad. Como si ella pudiera juzgar sus acciones.— Lo sé, sé que no debía comprarme el café, pero tú no le dirás a mamá... Insisto si pudieras tomarlo harías lo mismo que yo.

—Hablas español, ¿Eh? —Leonardo ve la oportunidad de conversar con aquella chica que maneja su lengua materna. Amelia se voltea y se da cuenta que un chico se le acerca mientras en su mano sostiene un café como ella. Es guapo, y sin darse cuenta comienzan a caminar juntos.

—Sí —responde con cierta timidez.

—Disculpa que te hable, es sólo que te escuché y hace tiempo que no hablo con alguien que hable... español. Me presento, soy Leonardo vengo de Colombia y vivo aquí hace un año ¿Y tú? Por cierto, tu perro es muy lindo.

—Es hembra, y se llama Maia —le corrige de manera seca. Leonardo interpreta su actuar como una insinuación de que quizás no le apetece hablar como a él.

—Vaya, perdona. Si no quieres hablarme está bien —le sonríe. — Fue un error, lo lamento. Fue lindo intercambiar algunas palabras.— El muchacho gira sobre su propio eje, y comienza a caminar en otra dirección.

Amelia se da cuenta que ha sido grosera, y se maldice. Recuerda nuevamente la conversación que tuvo hace un par de horas con su amiga, quizás esta es la oportunidad que tiene para sociabilizar, más fácil si es en español.

—¡Leonardo! —le llama arrepentida.

Leonardo voltea con una sonrisa y se da cuenta que esa chica que acaba de conocer corrió hacía él quizás por qué. Es guapa y no lo puede negar, pero recuerda que fue grosera con él cuando él sólo buscaba ser amigable. Se le queda mirando y sin darse cuenta ya la tiene enfrente.

—Disculpa, no tuve que ser así... o quizás sí porque no te conozco y no sé si eres un asesino en serie. Si te gusta hacer quizás qué cosas con las mujeres y eres amable para luego secuestrarlas, para que finalmente, desaparezcan para siempre. En fin, perdona. Quizás te pude haber dado una mejor respuesta.

—Wow, creo que alguien ha visto demasiadas noticias —sonríe.— Está bien, no te preocupes. Comprendo tu desconfianza... Los hombres no se han comportado para nada bien con ustedes las mujeres. Bueno, yo también soy hombre, pero para tu suerte no soy nada de lo que describes, sólo te escuche hablar... y bueno, ya sabes lo demás —se encoje de hombros, restándole importancia.

—Quizás decida creerte porque alagaste a Maia —sonríe mirando hacia sus pies. No se le da muy bien mantener el contacto visual.

—Me parece justo —le estrecha la mano en señal de realizar las paces.

Le da la mano y ambos la presionan, casi como si estuvieran cerrando un trato.

—Entonces... —menciona algo inseguro.— Volveré a intentarlo ¿Cómo te llamas y de dónde vienes? —Leonardo comienza a caminar y Amelia lo sigue.

—Bueno, me llamo Amelia, soy de _______, pero a diferencia de ti, llevo solo 3 meses viviendo aquí.

—Una inexperta en Inglaterra, ya veo —comenta divertido.

—Así es.

—Si quieres puedes darme tú número y yo te ayudo a ganar experiencia por estos lados.

—Hace no más de 5 minutos que decidí confiar en ti y ya quieres que te de mi número —esta vez sí deja escapar una risa.

—Lo intenté —se encoje de hombros.

—Está bien, anota. Después de todo, tú compañía no es tan molesta como pensaba que sería —lo mira fijamente.

—¿Qué estás queriendo decir? —pregunta fingiendo estar sumamente ofendido.

—Nada, ¿Quieres mi número o no? —su mirada se torna seria.

—Creo que alguien anda de malas —vuelve a su aura cómica.— pero, sí quiero tú número —la observa, se detiene y saca su celular.— Muy bien, dímelo.

—+443 40354222

Leonardo anota el número de Amelia, y al terminar se da cuenta que se hace tarde para él, por lo que debe marcharse y despedirse de aquella chica guapa pero algo molesta para su gusto.

—Bien, quedaste como Amelia la malhumorada—sonríe malicioso.

—¿Cómo dijiste? —su rostro es extraño en este momento, transita entre la confusión y la ofensa.

—Es una broma —una gran risa se escapa de la boca de Leonardo.— Pero ves —señala la expresión facial de Amelia.— algo de sentido tiene ese nombre.

Amelia ríe.

—Bueno Amelia, fue un gusto acompañarte un momento en tu bello camino a casa, pero mi hora ha llegado y debo irme a la mía —se acerca a Amelia y le da un beso en la mejilla. Tal como acostumbraba hacerlo cuando vivía en Colombia.— Cuídate y ahora que tengo tú número no se te hará fácil librarte de mí.— voltea, pero antes de comenzar a moverse en dirección opuesta, vuelve a hablar.— Por cierto, tómate ese café o se te va a enfriar aún más —le dedica una última sonrisa, y sin que antes Amelia pueda decirle algo, se va corriendo.

Amelia alcanza a caminar un tiempo a solas, pero nuevamente será interrumpida... Esta vez por quien menos desea.

—¿Y ese?, ¿Quién era?

—Amelia se voltea.— ¿Y tú qué haces aquí? —su mirada se va al chico que acompaña a su hermana.

—Estaba en el parque con Benjamín —toma del brazo al chico.— Benjamín mi hermana pequeña Amelia, Amelia mi amigo y nuestro vecino Benjamín.

—Un gusto —dice Benjamín.

Amelía no le dice nada, y solo se limita a sonreír. Pues, la timidez es su fiel amiga desde tiempos memorables, se maldice por eso. Sabe que su hermana tarde o temprano insistirá en saber quién era el chico con el que estaba hace un rato, pero por ahora se despreocupa.

Todo lo que sería un paseo con una sola compañía terminó con una espontaneidad que Amelia no esperaba. Ahora camina con su hermana junto con su amigo Benjamín a casa. Lo que no sabe es que este pequeño paseo aún le tiene una sorpresa más...

Cuando nuestros caminos se cruzan // Harrison OsterfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora