Epílogo

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Trotar por las calles de Hamburgo en invierno puede ser una gran pesadilla, pero nada puede detener mis objetivos. Continúo mi marcha, acelarando en cada respiración, hasta alcanzar mi marca usual.

Me mantengo así durante unos minutos, hasta que mi reloj de muñiquera ordena lo contrario. He completado el entrenamiento de hoy.

Comienzo a caminar con lentitud para que mis piernas noten el cambio, sin correr riesgo de lesiones. Destapo mi botella de agua para darle unos cuantos sorbos. Kilometros recorridos: 20, tiempo: 1 hora con 3 minutos y 36 segundos. Aún puedo mejorar, debo mejorar.

Saco mi mochila de mi espalda. Guardo la botella de agua, y en cambio, saco la toalla de mano, junto a mi móvil. Vuelvo a posicionar la mochila en mi espalda. Con la toalla limpio mis gotas de sudor más evidentes. Una vez termino, la coloco entre mi cuello.

Justo en el momento en que iba a revisar mi móvil, entra una llamada de Adalia.

-Eres un maldito traidor -suelta una vez que la atiendo-

-¿Qué? ¿Por qué? -rio al sabes a qué se refiere-

-Te dije que hoy tenía uni temprano, debías postergar el entrenamiento.

-Y te recuerdo que yo te dije que, hoy es el cumpleaños de mi madre y prometí llevarla a cenar. Tú también estas invitada.

-¿Nordseekrabben?

-Tú plato favorito, ajá.

-Bien, aún te odio, Luther.

-Me amas, ya lo aceptarás.

-Vete al carajo, nos vemos en la tarde.

Adalia pone fin a la llamada. No puedo evitar una que otra risa, la comida es algo a lo que ella no puede negarse, por más enojada que se encuentre. Ese es mi truco para transformar de hogro a oso de peluche a mi mejor amiga.

Le doy un último vistazo al móvil, y continúo mi camino. Siguiente parada: tomar desayuno.

Harrison

El plan de quedarme en Italia durante un mes lo llevé a cabo, y a decir verdad, me ayudó bastante. Si bien, por lo general pensaba en tener a Amelia disfrutando de esto conmigo, también me pasaba que mantenía mi cabeza un poco más ocupada.

Nuestra relación ha funcionado bien, lo complejo de las relaciones a distancia es que las demostraciones de cariño no pueden darse de manera física. Los abrazos, los besos, quedan a la imaginación. Sin embargo, nos hemos vuelto más cursis de lo que acostumbrabamos, y de cierta manera ha ayudado.

La diferencia horaria no es un tema, pues, es tan solo de una hora. Siempre tenemos dos videollamadas al día, ella continúa enfocada en sus proyectos, y yo en los míos. Sigo amandola, cada día que pasa eso aumenta. Ya ha pasado un poco más de un mes, y el tiempo pasó volando, un año no será tan terrible. Honestamente, creo que todo tiene un buen pronóstico para que volvamos a disfrutar de nuestra compañía en la cercanía sin ningún problema.

Luther

9 am, el desayuno ha estado bastante bien. Lamento por aquellos que tuvieron que sentir mi aroma post entreno, pero, eso cambiará ahora.

Debo llegar a casa, bañarme, y volver a salir para ir por un regalo para mamá. Pensaba en pasar a buscar a Adalia a la uni para ver si me puede ayudar, definitivamente tiene mejor gusto que yo.

Le envío un mensaje desde mi móvil esperando su respuesta, la que sé que tardará en llegar. Es de aquellas personas que valora la concentración junto con los estudios más que su propia vida.

Doy un último suspiro, me pongo de pie y me despido de la señora Ernestine, la dueña del bar con los mejores desayunos que pueden existir.

-Que te vaya bien, cariño. Saluda a tú madre de mi parte -sonríe.- y báñate.

-Lo haré -rio-

-Por favor -agrega Heidi, la hija de Ernestine, quien de casualidad tiene la misma edad que yo, 23-

-Mi aroma, igual a mi escencia.

Heidi rueda los ojos, le dedico una última sonrisa a ambas y salgo del bar.

Media hora de trote de vuelta a casa. Configuro mi reloj para que inicie la cuenta. Elevo la cabeza para empezar con mi marcha. Por suerte, aún no la iniciaba.

‐Lo siento ‐dice la chica que acaba de aventarse contra mí.- estaba demasiado concentrada corriendo, voy atrasada a la universidad.

-Creo que no llegarás estando allí -la miro hacia el suelo.- anda, toma mi mano.

Se aferra a mi mano, volviendo a ponerse de pie.

-Gracias -hace una mueca-

-¿Estas bien? -pregunto preocupado-

-Sí -asiente-

-No eres de acá, creo.

-No realmente -responde, mientras vuelve a posicionar su mochila en sus hombros.- ¿acento?

-Sí, pero no lo haces para nada mal -le sonrío-

-Eso es algo que deseaba escuchar -sonríe.- bien... sigo atrasada, así que...

-Cierto -me hago a un lado.- no interrumpo más tú camino, chica asesina.

-Lo siento -ríe.- puedes llamarme Amelia -me mira una última vez-

-¡Ten un buen día, Amelia! ¡Cuidado con los postes humanos!

Escucho una risa una vez más, y luego acelera su paso, perdiendola entre la multitud.

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...🙊

L@s amo!

Cuando nuestros caminos se cruzan // Harrison OsterfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora